Nota: Profesor Humberto Guglielmin.-
“…por todas estas cosas que hemos expuesto, es menester poner de nuestra parte todo para tener participación durante la vida en la virtud y en la sabiduría, pues es hermoso el galardón y la esperanza grande… puesto que el alma se ha mostrado como algo inmortal, eso sí estimo que conviene creerlo, y que vale la pena correr el riesgo de creer que es así. Pues el riesgo es hermoso… por todos estos motivos, debe mostrarse animoso con respecto de su propia alma todo hombre que durante su vida haya enviado de paseo los placeres… y en tal disposición espera ponerse camino al Hades…”
SE ACERCA EL FIN
“-A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de tragedia, y casi es la hora de encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver”.
“-Al acabar de decir esto, la preguntó Critón: Está bien Sócrates. Pero ¿Qué es lo que nos encargas… bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquiera otra cosa que pudiera ser más de tu agrado si lo hiciéramos?”
“-Lo que siempre estoy diciendo, Critón -respondió- nada nuevo. Si os cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis no solo será de mi agrado, sino también del agrado de los míos y del propio vuestro, aunque ahora no lo reconozcáis… Descuida -replicó (Critón)- que pondremos nuestro empeño en hacerlo así. Pero, -¿De qué manera debemos sepultarte? Como queráis – respondió -, si es que me tomáis y no me escapo de vosotros”.
“-Y, a la vez que sonreía serenamente, nos dijo, dirigiendo su mirada hacia nosotros: No logro, amigos, convencer a Critón de que soy ese Sócrates que conversa ahora con vosotros y que ordena cada cosa que se dice, sino que cree que soy aquel que será cadáver dentro de un rato, y me pregunta por eso cómo debe hacer mi sepelio. Y el que yo desde hace rato esté dando muchas razones para probar que, en cuanto beba el veneno, ya no permaneceré con vosotros, sino que me iré hacia una felicidad propia de los bienaventurados… Ea, pues, es preciso que estés animoso, y que digas que es mi cuerpo lo que sepultas”…
“-Al terminar de decir esto, se levantó y fue a una habitación a lavarse. Critón le siguió pero a nosotros nos mandó que le esperásemos allí. Esperámosle, pues, charlando entre nosotros sobre lo dicho y volviéndolo a considerar; a ratos, también comentando cuán grande era la desgracia que nos había acontecido, pues pensábamos que íbamos a pasar el resto de la vida huérfanos, como si hubiéramos sido privados de nuestro padre”.
“-Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus hijos (pues tenía dos pequeños y uno ya crecido), y llegaron también las mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y, después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las mujeres y a los niños, y vino a reunirse con nosotros.”
“-El sol estaba ya cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el Servidor de los Once, y deteniéndose a su lado le dijo:
“-Oh Sócrates!, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se irritan contra mí y me maldicen cuando les trasmito la orden de beber el veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido en otras ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también bien sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario.”
“-Y rompiendo a llorar, diose la vuelta y se retiró. Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo: También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos.- Y, dirigiéndose después a nosotros, agregó: ¡Qué hombre tan amble! Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de cuando en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y, ahora, ¡qué noblemente me llora! Así que hagámosle caso, Critón, y que traiga alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no, que lo triture nuestro hombre.”
“-Pero Sócrates- le dijo Critón-, el sol, según creo, está sobre las montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la orden y tras haber comido y bebido a placer… no te apresures, que todavía hay tiempo.”
“-Es natural que obren así, Critón -repuso Sócrates- esos que tú dices, pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco después, que en el de incurrir en el ridículo conmigo mismo, mostrándome ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna, Anda, obedéceme -terminó- y haz como te digo.”
“-Al oírle Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su lado. Salió éste, y después de un largo rato regresó con el que debía darle el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó: y bien. buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer?”
“-Nada más que beberlo y pasearte -le respondió- hasta que se te pongan pesadas las piernas, y luego tumbarte. Así hará su efecto. Y, a la vez que dijo esto, le tendió la copa a Sócrates.”
“-Tomola éste con gran tranquilidad, Equécrates, sin el más leve temblor y sin alterarse en lo más mínimo ni en su color ni en su semblante, miró al individuo de reojo como un toro, según tenía, por costumbre y le dijo: ¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna divinidad? ¿Se puede o no?”.
“-Tan solo trituramos, Sócrates -le respondió-, la cantidad que juzgamos precisa para beber”.
“-Me doy cuenta -contestó-. Pero al menos es posible, y también se debe suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto es lo que suplico: ¡que así sea!. Y después de decir estas palabras, lo bebió conteniendo la respiración, sin repugnancia y sin dificultad.”
EXCURSUS
En los siguientes párrafos Platón describe el incontenible dolor que sus discípulos expresaron por la pérdida de su maestro y, un poco después, los últimos instantes de Sócrates con vida. Y son estos párrafos los que me hacen recordar una anécdota de juventud. Fue en el Seminario Mayor de Villa Claret, La Tablada, Córdoba. Corría el año 1965. En una de las clases de filosofía, se nos comunica que tendríamos algunas clases con el profesor en visita Dr. Nimio de Anquín. Se trataba de un hombre ya entrado en años, y casi todos ignorábamos sus láureas y relevancia intelectual pero, luego de solo pocas clases nos dimos cuenta de que detrás de ese hombre de aspecto modestísimo se escondía uno de los filósofos más importantes y desconocidos de nuestra historia.
Nos asombró con su conocimiento detallado del Fedón; era capaz de recordar textualmente muchos pasajes, de analizar la etimología de las palabras clave y de comprometer su ánimo con el pasaje que se estaba estudiando. Cuando llegó a la descripción detallada de la muerte de Sócrates su emoción se hizo indisimulable; ya no nos miraba; sus ojos, estallados de lágrimas miraban al techo y su voz se escuchaba quebrada y temblorosa. La sorpresa fue total cuando en un punto dejó de lado el castellano y continuó la clase recitando los últimos párrafos del Fedón en un impecable griego clásico… Hubo un completo silencio y nadie atinó a nada. Solo una silenciosa admiración.
Finalizado el recitado, juzgando seguramente que no estaba en condiciones de continuar la clase, tomó sus libros y, en el más pesado de los silencios, se retiró del aula. Por largos minutos nadie de nosotros se animó a decir una sola palabra.
VOLVIENDO AL TEXTO
“-Hasta ese momento la mayor parte de nosotros fue lo suficientemente capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y en contra de mi voluntad, caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo. Critón, como aún antes que yo no había sido capaz de contener las lágrimas, se había levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no había cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no conmoviera.”
“Pero entonces nos dijo:
“¬¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes.”
“Y al oírle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. Él, por su parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el remedio le cogió los pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego le apretó fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A continuación hizo lo mismo con las piernas, y yendo subiendo de ese modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y siguiole tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría.”
“Tenía ya casi fría la región del vientre, cuando, descubriendo su rostro ¬pues se lo había tapado¬, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras:”
“-¡Oh Critón!, debemos un gallo a Asclepio (Esculapio, el dios de la medicina), pagad la deuda y no la paséis por alto.”
“¬Descuida, que así se hará ¬le respondió Critón¬. Mira si tienes que decir algo más.”
“A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento y el hombre le descubrió: tenía la mirada inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.”
“Así fue, ¡oh Equécrates!, el fin de nuestro amigo, de un varón que, como podríamos afirmar, fue el mejor a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos.”
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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