LOS ESPAÑOLES Y EDUARDO GALEANO

Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –

EL DESCUBRIMIENTO
“En 1492 los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que moja”. Eduardo Galeano.
Un mejor conocimiento de la Historia hubiera impedido que escribiera esas palabras, escritas tal vez de apuro o porque así se los exigía su ideología. Esas frases no son coherentes con su innegable inteligencia. Veamos:
* “En 1492 los nativos descubrieron que eran indios”: ¿? Los nativos de ese tiempo nunca se creyeron habitantes de una zona de Asia llamada India. Y tenían razón.
* “Descubrieron que vivían en América”: ¿? No tenían la menor idea de lo que era América. Solo conocían su entorno inmediato. ¿Qué quiso decir E. Galeano?
* “Descubrieron que estaban desnudos”: Las cuatro estaciones del año desmentían esta posibilidad. Además, desde los tres o cuatro años en toda persona aparece el pudor, que la lleva a cubrir su cuerpo; con más razón a mayor edad. En todas las representaciones de esa época se muestra que los aborígenes tanto los varones como mujeres estaban total o parcialmente cubiertos. La desnudez de los aborígenes no era diferente a la que existe en nuestras ciudades y playas.
* “Descubrieron que existía el pecado”: Esta afirmación es completamente inexplicable en un pensador importante como Galeano. Cualquier aborigen normal sabía diferenciar perfectamente el bien del mal. Sabían que no vivían en un mundo angelical. La Escolástica de la Edad Media afirmaba que los hombres ya desde los siete años sabían diferenciar perfectamente el bien del mal cuando se trataba de los preceptos básicos de la ley natural: no matar, no robar, no mentir, no abusar del débil, no vivir de la ociosidad etc. Todos los nativos sabían y saben, porque siempre fueron humanos, que esas conductas son malas y por eso, pecados; y sabían y saben que el pecado más grave es el de quitar la vida a otra persona, pero sin embargo lo hacían. Y eso es el pecado. Veamos algunos ejemplos:

LOS AZTECAS Y LA MUERTE
Entre los Aztecas de Méjico existía “institucionalizada”, la práctica de los sacrificios humanos forzados y también las escenas de antropofagia ritual y masiva que le seguía.
En las fiestas señaladas por el calendario las víctimas designadas, entre las que se incluían mujeres y niños, eran puestas sobre un altar de piedra que había sobre las pirámides y los sacerdotes aztecas con un hacha de piedra le daba un brutal golpe en el esternón por cuya herida el sacerdote introducía su mano y, viva aún la víctima, le arrancaba el corazón aún palpitante. Y este ritual continuaba de manera vertiginosa porque los que debían ser sacrificados eran muchos. Una vez cumplida esta parte, el cuerpo era arrojado pirámide abajo para que el pueblo lo almorzara.
Estas escenas superaban lo que la conciencia de una persona normal podía soportar y por eso es imposible pensar que estos nativos no supieran que estos terribles actos, que se renovaban anualmente, eran malos, eran pecados y que generaban culpa. Aceptar que antes de 1492 en América no había maldad ni culpa, como afirma Galeano, es subestimar la capacidad mental de los aborígenes.
Se estima que se asesinaban de esta manera hasta 30.000 personas por año… esta horrible práctica fue una razón principalísima para que los pueblos sometidos, que proveían la mayor parte de las víctimas, se aliaran con Hernán Cortés y, explican también, algunas de las barbaridades de los españoles contra los aztecas
Con un salvajismo mucho menor, también los Mayas hicieron sacrificios humanos. Los incas, por su parte, solían conmemorar sucesos de importancia subiendo a las cumbres nevadas de los Andes a algunos niños y niñas a los que, una vez en las alturas, les daban muerte golpeando su cabeza con una piedra. Ya muertos, con el cuerpo hacían un fardo funerario que era enterrado en la cumbre de ese nevado y cubierto de piedras. Obviamente el terrible frío de esas alturas producía su inmediata momificación.
En Perú se hallaron varios de estos enterratorios en uno de los cuales se encontró a “La Doncella de Ampato”. También se los halló en Bolivia. En Argentina el hallazgo más notable es el de tres niños sepultados en la cumbre del cerro Llullaillaco (6.700 m). Los aborígenes sabían perfectamente que esas prácticas eran injustas, crueles, despiadadas y condenables… y sin embargo seguían haciéndolas. Sabían que era pecado y que generaba culpa.
En el Río de la Plata las crueldades también existieron y por mucho tiempo. Veamos un ejemplo poco conocido, el funeral sangriento de Painé.

EL CACIQUE PAINÉ GUOR
Este importante cacique fue el amo de los ranqueles de la región pampeana entre los años 1836 al 1844, en este año ocurrió su muerte. Sus tolderías estaban dispersas entre los cañaverales interminables que había en los bañados del río Desaguadero, alimentados por los ríos que venían de la cordillera. Había allí abundante pesca, caza, agua cristalina y abrigo contra los vientos y el sol. Hoy esa zona es un páramo porque se cortó desde Mendoza la provisión de agua. Aunque Painé nació en Leuvucó, norte de la Prov. de La Pampa, sus padres eran de origen chileno.
Después de haber servido a las órdenes de variados caciques se incorporó a las huestes de Yanquetruz, que había formado una confederación indígena con tribus pampeanas y con otras procedentes de Chile. Le gustaba hostigar al gobierno de Bs. As. al que acusaba de apoderarse de las vacas que, traídas desde España, vagaban por la llanura y que, según él, eran de su propiedad.
Painé acompañó a Yanquetruz en sus correrías contra las estancias que se estaban extendiendo por la llanura, pero cuando Juan Manuel de Rosas hizo la Campaña al Desierto y los venció en la batalla de Las Acollaradas, Yanquetruz hizo algún intento bélico más, pero, debilitado y enfermo, dio el mando supremo de los ranqueles a Painé que, con su grupo de indios, buscó la alianza con Rosas. Yanquetruz por su parte se retiró a la zona cordillerana del Norte de Neuquén o, tal vez, a Chile. Con el tiempo las tribus más independientes terminaban sometiéndose a Painé, quien pasó a tener un poder tal que podía disputarle el liderazgo sobre las diferentes tribus de la llanura al propio Calfucurá. Disponía de más de 1.000 indios de lanza listos para cualquier emergencia.
Como debido a la inestabilidad política de Bs. As., no se formalizaron los pedidos acuerdos de paz, Painé atacó fieramente los fuertes del Sur de San Luis y más adelante el Sur de Santa Fe y NO. de Bs.As. Aquí no le fue bien porque mientras estaba invadiéndola, Yanguelén (Huanguelén) un cacique ranquel al servicio de Rosas, logró apoderarse de 1.300 caballos de su reserva y aprisionar a mucha “chusma” de Painé, entre ellos su hijo preferido Panguitruz; todos fueron llevados a la estancia de Rosas en San Miguel del Monte donde se les enseñó a leer y escribir y a trabajar la tierra. El hijo de Painé fue bautizado con el nombre de Mariano Rosas, en homenaje a su padrino de bautismo.
Furioso, Painé acusó a Rosas de secuestrar a su hijo y, en venganza, decidió hacer múltiples ataques a fuertes del Sur de San Luis, Santa Fe y Bs. As. En una de estas batallas pierde a otro de sus hijos. Poco tiempo después Yanguelén fue capturado por los hombres de Painé y decapitado.
En 1840 el hijo de Painé (Mariano Rosas) escapa de la estancia en que estaba y después de recorrer 800 Km se reencuentra con su padre y hermanos. En las muy repetidas tratativas entre aborígenes y blancos, tanto Mariano Rosas (prefería este nombre) como Santiago Avendaño en su condición de lenguaraz y diplomático, tuvieron importante protagonismo. Avendaño terminaría siendo decapitado por Juan José Catriel.
Con el tiempo Painé, ya enfermo, fue perdiendo el férreo control que tenía sobre las tribus ranqueles y por eso fueron muchos los malones que se produjeron contra las poblaciones y fuertes de San Luis y Bs.As. pasando por sobre su autoridad. Finalmente fallece en diciembre de 1844.

SANTIAGO AVENDAÑO
Este vecino afincado en el Sur de Santa Fe, había sido cautivado por un malón ranquel teniendo solo 7 años (¿?) y se lo llevaron a las tolderías de Leuvucó donde permaneció más de 10 largos años, hasta su liberación y huida a San Luis, facilitada por el coronel Manuel Baigorria. Avendaño aprovechó ese cautiverio para aprender las lenguas que hablaban los ranqueles y otras tribus del entorno y, además, sus usos y costumbres. Ese involuntario aprendizaje le permitiría más tarde trabajar de lenguaraz (traductor de lenguas aborígenes) y de mediador entre los bandos enfrentados. En realidad, no fue un simple lenguaraz porque hablaba varias lenguas pampas con gran soltura y eso le valió el título otorgado por la provincia de Bs. As. de ser el traductor autorizado de los documentos relacionados con los pueblos indígenas.
Su notable inteligencia y su dura experiencia de más de 10 años cautivo de los indígenas le permitieron conocer su mentalidad, interiorizarse de las complejidades de las relaciones que había entre los grupos aborígenes, y entre estos y los gobiernos de Bs.As. Esta circunstancia le permitió escribir con gran realismo lo que vivió entre los ranqueles y luego, como lenguaraz oficial, entre los aborígenes y los políticos de Bs.As.

LOS FUNERALES DE PAINÉ
Santiago Avendaño, que fue testigo presencial del funeral del temido cacique pampa, nos dio una minuciosa descripción de su inhumación en los médanos de Leuvucó, NO. de la Prov de La Pampa.
En la primitiva India existió la práctica de algunas mujeres consideradas virtuosas, que voluntariamente se autoinmolaban sumándose a la pira ardiente donde se consumía su difunto esposo. Era una forma de demostrarle amor y lealtad en su viaje al más allá. En el caso de Painé, la última y más joven de sus esposas, que estaba amamantando a su primer bebé, tenía el ineludible deber de seguirlo en la otra vida. Y así se hizo. Estas creencias no dejan de ser una curiosa coincidencia. El gobierno colonial inglés prohibió esta práctica en el año 1830.
Con lujo de detalles Santiago Avendaño, que estuvo cautivo de los ranqueles por más de 10 años, escribió que el cortejo fúnebre de Painé fue masivo pues así lo exigía la enorme importancia que había tenido el difunto. Más de 120 mujeres fueron obligadas a acompañar al difunto. Además, entre los asistentes y bien custodiadas, iban 32 mujeres indígenas sospechadas, en forma caprichosa, de ser brujas o hechiceras y responsables de la muerte del gran cacique. “Como tales brujas, deben sucumbir del modo más atroz y vergonzoso, a bolazos, a lanzazos y a puñaladas”. En cada una de las cuatro etapas del camino hacia su tumba, se procedía a golpear hasta la muerte, una y otra vez, con la piedra de uno de los extremos de la boleadora, la cabeza de cada una de las ocho sospechosas de brujería designadas para el sacrificio en esa etapa. Esta horrorosa matanza de 32 sospechosas de brujería, se hacía a pesar de las lágrimas de padres, maridos o novios de esas mujeres; debían presenciar todo sin decir palabra alguna.
Obviamente la muerte no era rápida y la sangre y los gritos de víctimas y victimarios creaban un espectáculo horroroso. Una vez muertas, los cuerpos de esas infelices mujeres recibían un muy somero entierro en los médanos de la zona. En forma simultánea a esta matanza de mujeres, en cada una de las cuatro etapas se daba muerte a decenas de ovejas y caballos. Era una orgía de sangre.

LAS BRUJAS
Santiago Avendaño escribió: “tenían la creencia de que cuando alguno muere, no muere de muerte natural sino por alguna bruja,” que utiliza sus poderes mágicos para hacer el mal; por eso pensaban que debía dárseles muerte para que no siguieran haciendo daño. Coherente con esta afirmación, un anciano cacique de los toldos de Calfucurá, en un parlamento indígena, refiriéndose a las brujas dijo: “esa bruja no puede de ningún modo dejar de dañarnos porque jamás podrá transar con aquellos que son sus víctimas, la bruja no conoce lástima ni atenciones y, ante todo, para ella está ese deber que se ha impuesto para con el diablo, de matar a los hombres”. Por suerte para muchas de las cautivas, los aborígenes creían que las mujeres blancas por más años que llevaran de cautiverio, eran incapaces de aprender los secretos de las brujerías.
Estas creencias estaban extendidas en la llanura pampeana. Juan M, de Rosas, en el año 1830, encargó a Bernardo Echeverría, comandante militar de Tapalqué, que impida que los “indios amigos” de los blancos, ejecuten a las sospechadas de brujería. En cumplimiento de este pedido, en 1837 comunicó a Vicente González: “remito a disposición de Ud. cuatro chinas, una anciana y tres bastante jóvenes. Estas infelices iban a ser víctimas de la credulidad de los indios; ellas debían ser sacrificadas de entre cuarenta y tantas que el cacique Cachul había sentenciado por la muerte de Manuel Catriel, hijo del cacique mayor Catriel, quien a pesar de ser doliente se opuso a que hubiera tanta mortandad, limitándose a cuatro o seis pero, luego que el dicho cacique Catriel se retiró por temor a la viruela, continuó Cachul haciendo su mortandad pero de un modo tan escandaloso que mató a indios mozos y oficiales…”
Crónicas como las descriptas podrían enumerarse en forma interminable, por lo que cabe preguntarse si fue necesaria la llegada de los españoles para que los aborígenes descubrieran el pecado y la culpa. ¿No sabían que matar, robar, oprimir etc. son actos condenables? Hacer esas cosas sabiendo que eran procederes malos, eso es el pecado.
Antes de 1492 América no era un Paraíso Terrenal que se estropeó a partir de 1492. Desmintiendo a E. Galeano, los españoles no trajeron desde Europa algo que no existiera en América.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

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