LA MUERTE Y SU MISTERIO Parte séptima

Nota: Profesor Humberto Guglielmin.-

Continúo comentando el libro “Vida después de la Vida” (Editorial EDAF, 1975) del Dr. Raymond A. Moody, Jr. (en adelante Dr. R.M.).
En la nota anterior vimos tres de las vivencias compartidas por la mayoría de aquellos que fueron declarados clínicamente muertos y luego volvieron de ese trance. Estas vivencias también las tuvieron muchos de los que tuvieron enfermedades o accidentes muy graves y que, si bien no fueron declarados clínicamente muertos, estuvieron al borde de la muerte. Continuaremos con otras de las 14 vivencias compartidas por la mayoría de los que estuvieron en trance de muerte:

4) EL RUIDO
Muchos de los que estuvieron en esos trances hablan de fenómenos auditivos intensos en muchos casos agradables y en otros casos desagradables. “Oí una música de tipo especial; una soberbia y hermosísima clase de música”. Otra persona: “oí lo que me pareció un tintineo de campanas a mucha distancia, como si viniera impulsado por el viento…” Un señor, en cambio, habla de un “terrible zumbido que venía del interior de mi cabeza. Me hacía sentir muy incómodo… nunca lo olvidaré”. Una mujer dice que al perder la conciencia “sintió una aguda vibración. Podría describirla como un zumbido. Me sentía como en una especie de remolino…”

5) EL TÚNEL OSCURO
A veces, junto con el ruido tienen la sensación de ser empujados en forma irresistible hacia un túnel oscuro. Las palabras utilizadas para designar este lugar son diferentes; algunos lo llaman cueva, pozo, embudo, valle, cilindro, vacío etc. Todas estas palabras dan a entender más o menos lo mismo, pero la que más se utilizó fue la del túnel oscuro.
Cuenta una informante: “Tuve una reacción alérgica a una anestesia local y dejé de respirar. Lo primero que ocurrió -bastante rápido- fue que pasaba a gran velocidad por un vacío oscuro y negro. Puede compararlo a un túnel. Era como si estuviera montado en la montaña rusa de un parque de atracciones y pasara por ese túnel a gran velocidad.”
Un hombre que había sufrido graves heridas internas a raíz de un accidente le relató al Dr. R.M.: “Tuve la sensación de moverme por un profundo y oscurísimo valle. La oscuridad era tan impenetrable que no podía ver absolutamente nada, pero era la experiencia más maravillosa y libre de inquietudes que pueda imaginar.”
Una mujer que había tenido una grave peritonitis relató: “El doctor ya había avisado a mi hermana y hermano para que me vieran por última vez. La enfermera me puso una inyección que me ayudara a morir mejor. Las cosas que me rodeaban en el hospital comenzaron a parecerme cada vez más lejanas. Mientras ellas retrocedían, entraba en un estrecho y oscurísimo pasadizo. Parecía encajar en su interior. Y comencé a deslizarme y a caer, caer, caer.”

6) FUERA DEL CUERPO
La mayoría de nosotros nos identificamos con nuestro cuerpo. Sin pensarlo mucho pensamos que somos solo el cuerpo, y dejamos en el más completo olvido el alma, la “mente”. Son muchos, sin embargo, los que justifican esta posición alegando que lo anímico es solo producto de la actividad química y eléctrica del cerebro del hombre mientras está vivo y que, por lo tanto, muerto el cuerpo, toda manifestación de supervivencia de la persona desaparece y se apaga. A quienes así piensan les resulta imposible imaginar que en el hombre exista algo más que el cuerpo físico; es sin embargo posible y también probable, que estas mismas personas ante la muerte de un familiar y persona muy querida, las despidan con palabras o actitudes que equivalen a negar esas convicciones materialistas, a negar que ese familiar fallecido se haya reducido a solamente materia inerte. Muchos de ellos pensarán o dirán que la memoria del difunto vivirá para siempre en ellos, que su ejemplo los inspirará, que nunca serán olvidados etc. Esas “atenciones” no se tienen con la materia inerte.
En los testimonios, algunos de los que pensaban de esta manera, al pasar por estas experiencias quedaron absolutamente sorprendidos. No podían creer que luego del paso por ese túnel de oscuridad pudieran ver su cuerpo exánime desde una posición externa a él, desde la altura, como si fuera un espectador que seguía con atención las diligencias de los médicos para devolverlo a la vida.

No es fácil seleccionar los fragmentos de testimonios que ilustran la vivencia muy compartida de “estar fuera del cuerpo”. Seleccioné estos:
“Hace un año ingresé en el hospital con problemas cardíacos y a la mañana siguiente, mientras me encontraba en casa, comenzó a dolerme mucho el pecho. Pulsé el timbre que tenía al lado de la cama para llamar a las enfermeras. Vinieron y comenzaron a hacerme cosas. Me sentía muy incómoda acostada sobre la espalda y me di la vuelta, pero en ese momento dejé de respirar y el corazón se detuvo. Oí gritar a las enfermeras, mientras sentía que salía de mi cuerpo y me deslizaba entre el colchón y la barandilla que había al lado de la cama -en realidad era como si pasase a través de la barandilla- hasta posarme en el suelo. Luego comencé a elevarme lentamente. Al subir vi que más enfermeras estaban entrando precipitadamente en la habitación; serían unas doce. El doctor estaba haciendo una ronda por el hospital y le llamaron. También le vi entrar. Pensé: ¿qué estará haciendo aquí? Floté hasta el techo, pasando al lado de la lámpara que colgaba de él, y me detuve ahí mirando hacia abajo. Me sentía como si fuera un pedazo de papel que alguien ha arrojado hacia arriba”.
“Desde allí les miraba mientras intentaban reanimarme. Mi cuerpo estaba tumbado sobre la cama y todos lo rodeaban. Oí decir a una enfermera: ¡Dios mío, ha muerto!, mientras otra se inclinaba para hacerme respiración boca a boca. Le miraba desde atrás mientras lo hacía. Nunca olvidaré su pelo; lo tenía muy corto. Entraron con una máquina y me dieron descargas en el pecho. Al hacerlo, mi cuerpo saltó y pude oír los chasquidos y crujidos de mis huesos. ¡Era algo horrible! Mientras les veía allí abajo golpeando el pecho y doblando mis brazos y piernas, pensaba: *¿Por qué están haciendo todo eso? Ya me he muerto.*”

A algunos, el hecho de sentirse fuera del cuerpo, les resultó absolutamente inimaginable; no encontraban explicación y se sentían confusos; solo después de un tiempo de los hechos, atinaron a relacionar esa sensación con el hecho de su muerte clínica. Durante ese tiempo, algunos sintieron fuerte deseo de volver a su cuerpo, pero no tenían la menor idea de cómo hacerlo. Otros no manifestaron interés en volver, se sentían bien.
Una joven, luego de su grave accidente contó: “Podía ver mi cuerpo enredado en el coche, entre todos los que se habían reunido alrededor, pero no sentía nada por ello. Como si se tratase de otra persona, o mejor, de un objeto… Sabía que era mi cuerpo, pero no me producía ninguna sensación.” Otra mujer recuerda haber pensado: “¡estoy muerta! ¡qué maravilla!”.
Cuenta el Dr. R.M.: “En uno o dos de los casos que he estudiado, las personas muertas cuyas almas, mente, conciencia -o como quieran llamarla- se liberaron de sus cuerpos, decían que tras la liberación no se sentían en ningún tipo de *cuerpo*. Se sentían conciencias *puras*. Uno de ellos me dijo que durante la experiencia era como si “pudiera ver todo lo que me rodeaba, incluyendo mi cuerpo yacente, sin ocupar espacio alguno… Otros no recordaban si estaban o no en un cuerpo tras haber abandonado el cuerpo físico, pues se hallaban totalmente embebidos en los acontecimientos que les rodeaban. Sin embargo, la mayoría de mis entrevistados afirman haberse encontrado en otro cuerpo tras la liberación del físico… El *nuevo cuerpo* es uno de los dos o tres aspectos de la experiencia de muerte en los que lo inadecuado del lenguaje humano presenta los mayores obstáculos. Casi todos los que me han hablado de ese cuerpo se han sentido frustrados y han alegado que no podían describirlo…Todos los informes muestran también bastante acuerdo por lo que respecta a las propiedades y características del nuevo cuerpo.”

El Dr. R. M. comienza a usar la palabra *cuerpo espiritual* para referirse a ese nuevo cuerpo y a sus características; esa descripción la usó San Pablo en 1 Cor. 15:44, y también fue usada por algunos de sus entrevistados. Esos testigos manifestaron que las personas que lo rodean no lo oyen y tampoco lo ven. Las personas allí presentes pueden pasar a través de su cuerpo sin notarlo, sin darse cuenta de que está allí. Ese cuerpo no tiene solidez y puede atravesar sin problemas las paredes para ver el entorno: “La gente venía de todas las direcciones hasta el lugar del accidente. Desde el estrecho sendero donde me encontraba podía verlos. Al llegar no parecían notarme. Seguían caminando con la vista al frente. Cuando estaban muy cerca traté de dar la vuelta, de apartarme del camino, pero pasaron a través mío.”
Una de las conclusiones de los testimonios recibidos es la de que el *cuerpo espiritual* carece de peso. Hablan de que estaban mirando su cuerpo yacente desde el techo de la habitación; algunos usaron la expresión “sensación de flotabilidad, de ingravidez”. Con ese extraño cuerpo no tenían la sensación física del movimiento o de la posición del cuerpo y no chocaban con límites en sus desplazamientos; el movimiento de un lugar a otro podía ser instantáneo, sin que los objetos físicos representaran un obstáculo.
Todos los que pasaron por esa situación están de acuerdo en que ese *cuerpo espiritual es algo*, pero no encuentran palabras adecuadas para describirlo en forma clara. Las descripciones son muy variadas. Otra de las observaciones que hacen es la de la desaparición del registro del paso del tiempo. Tenían la impresión de que el tiempo no transcurría. “(Cuando salí fuera del cuerpo físico) fue como si saliera de mi cuerpo y entrara en otra cosa. Era otro cuerpo… pero no un cuerpo humano normal. Era algo diferente. Ni un cuerpo humano ni un globo de materia. Tenía forma, pero no color. Poseía algo que usted podría llamar manos. No puedo describirlo. Me hallaba demasiado fascinado con todo lo que me rodeaba -ocupado en ver desde fuera de mi propio cuerpo- y no pensaba en el tipo de cuerpo en que estaba metido. Todo parecía transcurrir muy de prisa. Aunque el tiempo no era el mismo, existía. Las cosas parecen sucederse más rápidamente cuando se está fuera del cuerpo”.

Otro testimonio: “Recuerdo que me llevaron a la mesa de operaciones y que me hallé varias horas en estado crítico. Durante ese tiempo estuve entrando y saliendo de mi cuerpo físico y pude verlo directamente desde arriba. Mientras lo hacía seguía estando en un cuerpo: no era un cuerpo físico, sino algo que podría describirse como modelo energético. Si tengo que ponerlo en palabras, diría que era transparente, un ser espiritual en oposición a un ser material. Tenía diversas partes.”
Muchos de los testimonios aluden a intensos sentimientos de soledad: “Mi experiencia, todas las cosas por las que estaba pasando, era bella, pero indescriptible. Deseaba que hubiera otros conmigo para verlo y tenía la sensación de que nunca sería capaz de describir a nadie aquello. Me sentía solo porque quería que alguien estuviese a mi lado para compartirlo. Sabía que no era posible, que me encontraba en un mundo privado, y llegué a sentirme algo deprimido”.

Estos testimonios tienen las coincidencias básicas y más comunes referidas a la sensación de estar fuera del cuerpo, pero algunos de los testigos vivieron esa experiencia en forma muy personal y aportaron detalles que difieren de los que han vivido otros; se mantiene, sin embargo, la cohesión de los relatos en lo fundamental.
En la próxima nota continuaremos informándonos de las vivencias reunidas por el Dr. R.M. en base a los testimonios de quienes volvieron de un trance de muerte o de una muerte clínica. Se referirán al encuentro con otros seres y con un ser luminoso.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

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