Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
Entre las experiencias por las que han pasado buena cantidad de aquellos que tuvieron muerte clínica o estuvieron en situaciones de muerte, está la que es definida por la mayoría de ellos como un límite entre la vida y el más allá. Las figuras que usaron para describir este límite hablaban de un río que impedía seguir adelante, de una barrera de niebla, de una puerta o de una pared. Las figuras usadas, si bien son diversas, coinciden en señalar una línea divisoria que ellos no atravesaron, y que interpretaron como la línea entre la vida y la muerte. Veamos algunos relatos que nos presenta el Dr. R. Moody en su libro “La vida después de la vida”:
“Fallecí” tras un para cardíaco y de repente me encontré en un campo que giraba. Era hermoso y de un verde intenso; un color que desconocemos en la tierra. Me rodeaba una hermosa luz. Miré hacia adelante, al campo, y descubrí una valla. Me dirigí hacia ella y vi un hombre al otro lado que también caminaba hacia la valla, pero en dirección opuesta a la mía, como si desease encontrarme. Quise alcanzarle, pero me sentí atraído irresistiblemente hacia atrás. Al mismo tiempo le vi dar la vuelta y alejarse de la valla.”
“…Nada más acabar el parto sufrí una grave hemorragia que tuvieron dificultades en controlar. Era consciente de lo que estaba pasando, ya que, como yo era enfermera, comprendía el peligro existente. En aquel momento perdí la conciencia y escuché un molesto zumbido. En la siguiente imagen vi que navegaba en una nave o una pequeña vasija hacia el otro lado de una masa de agua. En la otra orilla pude ver a los seres queridos que habían muerto: mi madre, mi padre, mi hermana, y otros. Podía verles, incluso sus rostros, como les conocí en la tierra. Me llamaban y pedían que fuera allí, y mientras tanto yo les decía: “No, no. No estoy preparada para unirme a vosotros. No quiero morir, no estoy preparada para ir”… logré comunicar con el doctor y decirle: “No voy a morir”. Creo que fue en ese momento cuando volví a entrar en el cuerpo”.
“Cuando me acerqué más me sentí segura de que iba a atravesar la neblina. Tuve una sensación de maravillosa alegría; no hay palabras para describirlo en ningún lenguaje humano. No me había llegado el momento de cruzar la niebla, pues al instante apareció en el otro lado mi tío Carl, que había muerto unos años antes. Cerró el camino y me dijo: “Regresa, no has completado tu labor en la tierra. Regresa ahora”. Si bien no quería hacerlo, no tenía otra alternativa, y en seguida estaba de vuelta en el cuerpo. Sentí un terrible dolor de pecho y oí a mi hijo pequeño diciendo: “¡Dios mío devuélveme a Mamá!””.
EL REGRESO
Si bien, como es obvio, todos los entrevistado por el Dr. Moody regresaron a la vida, existen sin embargo cambios de actitud que le llamaron la atención: la actitud primera de los que iniciaban el proceso de muerte era el de un desesperado deseo de negarse a la muerte y regresar al cuerpo, pero una vez avanzado en esas experiencias, se negaban a regresar e incluso se resistían a hacerlo. Esta actitud se dio especialmente en aquellos que había llegado al encuentro con ese “ser luminoso” al que nos referimos en la Nota 8. Uno de ellos afirmó: “Nunca quise abandonar la presencia de aquel ser”. Algunas madres, que al momento de su proceso de muerte tenían hijos pequeños, afirmaron que si fuera por ellas se hubieran quedado ante aquel ser luminoso pero que quisieron volver para criar y educar a sus niños.
-“Me preguntaba si me quedaría allí, pero mientras lo hacía recordé a mi familia, mis tres hijos y mi marido. Lo que siguió es lo más difícil de decir: cuando en presencia de esa luz tuve esa maravillosa sensación, ya no quise regresar. Sin embargo, me tomé mis responsabilidades en serio y comprendí que tenía un deber con la familia. Por tanto, decidí regresar”.
En algunos casos, a pesar de sentirse cómodos en su existencia sin el cuerpo físico, manifestaron satisfacción y alegría al regresar porque habían dejado de hacer o completar alguna tarea importante.
-“Llevaba ya tres años en el colegio y solo me faltaba uno para terminar. Pensé: “No quiero morir ahora”. Creo que si la experiencia llega a durar un poco más, de haber estado más tiempo con esa luz, ya no habría pensado más en mi educación, pues me hubiera entregado totalmente a las cosas que estaba experimentando”.
Mientras algunas personas piensan que fueron ellas las que tomaron la decisión de regresar a esta vida, la mayoría no sabe cómo o porqué regresó.
-“Me hallaba fuera de mi cuerpo y comprendí que debía tomar una decisión… tenía que decidir si me iba o regresaba. Era maravilloso poder cruzar al otro lado, y creo que quería quedarme. Pero, en cierta manera, saber que tenía algo bueno para hacer en la tierra, era igual de maravilloso. Por tanto, pensé: “Sí, debo regresar y vivir”, y volví al cuerpo físico”.
Otros piensan que el retorno a la vida fue permitido por Dios a petición suya o porque Dios tenía para ellos una misión que debían cumplir.
-“Dios fue bueno conmigo, pues estaba muerto y permitió que los doctores me resucitaran para cumplir un fin. Se trataba de ayudar a mi esposa, que tenía un problema alcohólico y no podía seguir adelante sin mí. Se encuentra mucho mejor ahora y estoy convencido de que su mejoría tiene que ver con lo que pasó”.
-“Estuve con mi tía mayor durante su última enfermedad, que fue muy prolongada. Ayudé a cuidarla y todo el tiempo los miembros de la familia rezábamos para que recuperase su salud. Dejó de respirar varias veces, pero siempre se recuperaba. Finalmente, un día me miró, y me dijo: “Joan, he estado allí, en el más allá, y es hermoso. Quiero quedarme, pero no puedo hacerlo si sigues rezando para que permanezca a tu lado. Tus oraciones me están sosteniendo aquí. Por favor, no reces más”. Todos dejamos de hacerlo y al poco tiempo murió”.
Algunos recordaron que cuando iniciaron su proceso de muerte, se sintieron empujados hacia adelante por un túnel o valle oscuro y que cuando se aproximaba al final de ese túnel una voz los llamó, y regresaron por el mismo camino. El retorno al cuerpo físico en algunos fue un proceso consciente, otros no recuerdan nada, simplemente se reencontraron con su cuerpo.
Las vivencias asociadas al proceso de muerte por el que estas personas pasaron, si bien existen matices que las diferencian, según el Dr. Moody podrían sintetizarse así:
1) “Al regresar estuve llorando una semana por tener que vivir en este mundo después de haber visto el otro. No quería regresar”.
2) “Cuando regresé, me llevé conmigo algunas de las maravillosas sensaciones que tuve allí. Duraron varios días, e incluso ahora las percibo algunas veces”.
3) “Esa sensación era indescriptible, y en cierta manera permaneció conmigo. Nunca la olvidé, y todavía pienso en ella con frecuencia.
HABLAR CON OTROS
Quienes han pasado por estas experiencias no dudan respecto a su realidad. Están seguros de que lo vivido fue verdadero y no una ensoñación.
-“No era una alucinación ni nada semejante. Una vez tuve una alucinación, cuando me dieron codeína en el hospital. Ocurrió mucho antes que el accidente en que “fallecí”. Esta experiencia no tenía nada de alucinación.”
Estas observaciones las hacen personas muy capaces de distinguir entre realidad y sueños o fantasías. Son personas equilibradas que cuentan estas experiencias, que afectaron fuertemente sus vidas, como sucedidas realmente. Saben que este tipo de relatos, en la sociedad actual, es recibido en el mejor de los casos con escepticismo, cuando no con burla. Esta es la razón por la que se niegan a hablar de lo sucedido y solo lo hacen con los más íntimos. No les gusta que se ponga en duda su equilibrio mental.
-“ Durante mucho tiempo no hablé de ello con nadie. No conté nada en absoluto. Me atemorizaba que nadie pensara que estaba contando la verdad y me dijeran: “Te estás inventando todo eso”. Un día me decidí: “Bueno, veremos cómo reacciona mi familia ante ello”, y lo conté, pero no lo he hecho con nadie más hasta ahora. Creo que mi familia pensó que había ido demasiado lejos”.
El Dr. Moody afirma que solo los médicos tienen cierta familiaridad con este tipo de experiencias. “Mi familia y yo preguntamos al doctor sobre lo que me había ocurrido, y éste dijo que era frecuente, en las personas con graves heridas o dolores, que el alma se saliera del cuerpo”.
La actitud más frecuente ante la manifestación de este tipo de experiencias es la de escepticismo, por eso casi todos piensan que ellos son los únicos en haberlos tenido. Algunos, al enterarse que no fueron los únicos que pasaron por esas experiencias no disimulan un gran alivio. No son los únicos.
-“Es muy interesante descubrir que otros han tenido la misma experiencia…Me alegro de haberlo oído y saber que alguien más ha pasado por ello. Ahora sé que no estoy loco”.
Otra razón de la reticencia en hablar sobre estas experiencias tiene que ver con la insuperable dificultad para encontrar las palabras adecuadas para describir la intensidad y belleza de lo que experimentaron, por eso prefieren no compartirlo.
En la próxima nota veremos cómo el Dr. Moody explica el efecto que estas experiencias tuvieron sobre la vida de los entrevistados y la nueva actitud que asumieron ante la muerte.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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