Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
Continuamos con el estudio del Dr. Moody sobre los fenómenos que son frecuentes en aquellos que han pasado por un proceso cercano a la muerte o directamente fueron declarados clínicamente muertos, pero volvieron. En esta nota hablaremos sobre la incidencia que tuvieron estas experiencias en las vidas de quienes pasaron por ellas.
La primera observación es la de que quienes las vivieron son muy reticentes a hablar de ellas, sobre todo por el temor a no ser tomados en serio, y por esa razón hay menos información científica disponible. Se necesitan más testimonios y estudios. Algunos de esos testimonios informan que esas experiencias los llevaron a ser más reflexivos, a dejar de lado las superficialidades y preocuparse solo por temas profundos. Un joven manifestó: “Pero de la noche a la mañana, gracias a esa experiencia, había madurado y se abría ante mí un mundo nuevo del que antes no conocía ni siquiera su existencia…Tengo que descubrir tantas cosas…”
Y otro: “Desde entonces siempre tengo en mente lo que he hecho y lo que haré con mi vida.
Por lo que respecta al pasado, me siento satisfecho…tras fallecer y tener la experiencia, comencé a preguntarme si había estado haciendo esas cosas porque eran buenas o porque me agradaban a mí. Antes seguía un impulso, ahora medito primero las cosas lentamente. Todo ha de pasar por mi mente y ser digerido. Trato de hacer las cosas que tengan más significado, y eso hace que mi mente y mi alma se sientan mejor. Procuro no juzgar a la gente ni favorecer a uno u otro. Quiero hacer las cosas porque sean buenas, no porque lo sean para mí. La comprensión que tengo de las cosas es mucho mayor. Creo que se debe a lo que me ha ocurrido, a los lugares y cosas que vi en la experiencia.”
Algunos han expresado que desde esa experiencia han comenzado a tener una aguda visión de las dificultades por las que atraviesan otras personas: “Creo que la experiencia de la muerte me ha proporcionado la facultad de sentir lo que otros individuos necesitan en sus vidas. A menudo, por ejemplo, cuando estoy con gente en el ascensor de la oficina donde trabajo, casi me parece que puedo leer sus caras, saber si necesitan ayuda y de qué tipo. Muchas veces he hablado con gente que se encontraba en apuros y les he llevado a mi despacho para aconsejarles”.
Y, comenta el Dr. Moody que casi todos han puesto de relieve la importancia de cultivar en esta vida el amor a los demás, un amor profundo y único. Un hombre que se sintió totalmente amado y aceptado por el ser luminoso, incluso cuando su vida era mostrada panorámicamente para que ese ser la viese, tuvo la sensación de que la “pregunta” que le estaba haciendo era si se sentía capaz de amar a los otros de la misma manera. Ahora piensa que mientras esté en la tierra su misión será la de tratar de actuar de ese modo.
Muchos han destacado la importancia del aprendizaje permanente. Uno de ellos afirmó: “No importa la edad que tenga. No deje de aprender, pues ese proceso continúa durante toda la eternidad”. Ninguno de los entrevistados salió de esa experiencia considerándose más perfecto o más santo que los demás. Casi todos concluyeron que están en búsquedas de su camino: “Esa visión les dejó nuevas metas, nuevos principios morales y una renovada determinación de vivir de acuerdo con ellos, pero no sentimientos de salvación instantánea o infalibilidad moral”.
NUEVAS VISIONES DE LA MUERTE
Haber pasado por la muerte clínica y durante ese proceso haber experimentado las fuertes experiencias ya comentadas, produjo un efecto muy fuerte especialmente en aquellos que no creían que hubiera algo más allá de la muerte. Una consecuencia inesperada es la de que ya no tienen el menor miedo a la muerte sin embargo nadie afirmó que la buscará.
Todos coincidieron en que mientras estén vivos tienen una importante tarea que llevar a cabo: “He de cambiar muchas cosas antes de irme de aquí”. Y otra coincidencia es la de que la muerte no es un final tenebroso e intimidante: “Cuando era un niño solía tener miedo a morir. Me despertaba por las noches llorando y con un ataque de nervios. Mis padres entraban corriendo en la habitación y me preguntaban qué ocurría. Les decía que sabía que tenía que morir, pero no quería, y les preguntaban si podían evitarlo. “No, me respondían, así son las cosas y debemos enfrentarnos a ellas.” Mi madre me decía que todos tenemos que llegar a ello y que entonces lo haríamos muy bien. Años más tarde ella murió y hablé del asunto con mi esposa. Seguía temiendo la muerte y deseando que no viniera.”
“Sin embargo, desde que tuve la experiencia, no la temo. Aquellos sentimientos desaparecieron. En los funerales ya no me siento mal. Al contrario, siento una especie de alegría en ellos, pues sé dónde se encuentra la persona muerta. Creo que el Señor me hizo tener esa experiencia precisamente por la forma en que me sentía ante la muerte.” Otro testimonio: “La razón por la que no temo a la muerte es porque sé dónde iré cuando deje esto, pues ya he estado allí antes.”
La razón de la falta de temor a la muerte debemos buscarla en las experiencias vividas durante su muerte clínica, que no les permiten siquiera dudar sobre la supervivencia del alma luego de la muerte corporal. Rechazan que la muerte sea una especie de “Aniquilación”, de “Sueño” o de “Olvido”. No aceptan que la vida sea como la luz eléctrica cuando la apagamos, solo oscuridad y vacío. Ven la muerte como la feliz entrada a otra forma de vida. “Una vez que se ha tenido una experiencia como la mía, se sabe que no existe eso que llaman muerte”. Y otro testimonio: “La vida es como una prisión. En este estado no podemos darnos cuenta de hasta qué punto los cuerpos son prisiones. La muerte es una liberación, como escapar de una cárcel. Es la mejor idea que se me ocurre si busco una comparación”. Los primitivos cristianos se referían a la muerte como el “nacimiento para el cielo”.
Ninguno de los que pasaron por una muerte clínica y experimentaron las cosas descritas en notas anteriores, habla del más allá de una manera coincidente con las representaciones artísticas o literarias del cielo o del infierno. En el paraíso nadie vio a Dios con túnica blanca y pobladas barbas blancas ni a ángeles tocando el arpa. En el infierno nadie vio fuego ni demonios con forma humana y horquillas en la mano. Los aportes de los artistas son solo un recurso didáctico válido para que entre por los ojos lo que es un estado de felicidad completa junto a Dios o, el dolor de haberlo rechazado con actos reñidos con sus mandamientos
La mayor parte de los testimonios coinciden en que no encontraron que en el más allá aplique el modelo Premio-Castigo que, en el más acá, nos resulta tan fácil de usar para calificar y descalificar a los demás. Algunos comentaron que cuando estuvieron ante ese ser luminoso, en la revisión de vida que acompaña estos encuentros, se hicieron evidentes sus gravísimas faltas, pero ese ser no les respondió con cólera sino con comprensión y amor. No vieron un juez implacable sino un ser lleno de misericordia y amor.
No todos vivieron de la misma manera esas experiencias en las proximidades del más allá, y por eso mismo todos coinciden en que no existen representaciones sencillas de lo que es el más allá; más aún, la mayoría de ellos está absolutamente convencidos de que es radicalmente imposible describir con palabras humanas las vivencias que nos esperan en el más allá. Si lo que vieron las personas que interrumpieron su proceso de muerte los dejó apabullados, lo que nos espera en el más allá será simplemente fascinante e inefable.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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