Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
EL UNIVERSO, LO QUE DICE LA CIENCIA
Normalmente, en el leguaje popular, universo y mundo son la misma cosa, pero no son lo mismo. Según las ciencias, el “Universo” es todo el espacio conocido y por conocer, toda la materia, toda la energía y el tiempo; todo lo que es la realidad actual, la en desarrollo y la futura. El universo contiene miles de millones de galaxias, estrellas, planetas etc. en permanente expansión. La expresión “Mundo” se refiere a un espacio mucho más reducido, la Tierra donde vivimos y su espacio adyacente, el Sistema Solar.
El universo, dentro del cual está nuestro mundo, se originó hace casi 13.800 millones de años, un tiempo imposible de representar. La Tierra, en cambio, se formó hace unos 4.500 millones de años y la vida en la Tierra apareció en sus formas más primitivas y elementales hace unos 3.500 millones de años.
Es un enigma insoluble la forma en que se originó el universo y el mundo. ¿Existió siempre? ¿Tuvo origen? Hoy todos están de acuerdo con la doctrina del Big Bang, que da una explicación razonable sobre el acelerado alejamiento que se está produciendo entre las galaxias, y la expansión del universo. Según esta teoría el universo comenzó en un átomo primigenio en el que estaban concentradas: “partículas calientes mezcladas de luz y energía” que en un momento dado estallaron y comenzaron a expandirse velozmente, y con la expansión y el tiempo, esas partículas comenzaron a enfriarse dando origen a las galaxias y las estrellas. El movimiento violentamente expansivo de las partículas de ese átomo original, provocó colisiones y reagrupaciones permanentes de su materia, originando así múltiples otros cuerpos celestes. Ese minúsculo átomo primigenio sería el origen de todo el desarrollo que se observa en el universo y el causante de que la expansión, colisiones y creaciones de otros cuerpos celestes se sigan dando por un tiempo incalculable.
Esta teoría, casi universalmente aceptada, fue elaborada por el sacerdote católico belga Georges Lemaitre en 1931. Dos años después el astrónomo norteamericano Edwin Hubble hizo observaciones concretas que demostraron que la acelerada expansión del universo anticipada por Lemaitre era una realidad. Luego de 1990 la NASA lanzó al espacio el telescopio Hubble que aún sigue mandando sorprendentes imágenes galácticas que ratifican la vigencia de esta teoría.
La teoría de Lemaitre develó un problema de la ciencia, pero dejó planteado otro mucho mayor: ¿De dónde salió, que origen tuvo esa partícula infinitamente pequeña que 13.800 millones de años atrás estalló, y comenzó una expansión descontrolada que se mantiene y mantendrá por un tiempo que desconocemos?
Hubo quienes, con autoridad, intentaron buscar respuesta al origen y evolución de lo que llamamos universo. Entre ellos ocupa un lugar central Stephen Hawking, quien desde 1975, a sus 33 años, pero ya irremediablemente postrado en su silla de ruedas debido a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), investigó con enorme lucidez este tema tan difícil.
Este renombrado científico aceptó ser integrante, a pesar de declararse ateo, de la Pontificia Academia de las Ciencias en la que fue condecorado por Paulo VI por sus trabajos científicos, en especial el que hizo sobre los Agujeros Negros.
En octubre del 2008 Stephen Hawkins asistió a esas reuniones de la Pontificia Academia de las Ciencias. En una de ellas, el Papa Benedicto XVI pronunció una alocución en la que afirmó que: “Galileo veía la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios… (la naturaleza) es un libro cuya historia, cuya evolución, cuyo texto y significado leemos según las interpretaciones que ustedes (los científicos) hacen con la ayuda de Dios.”
Más aún, prosiguió Benedicto: “la verdad científica es una forma de participación de la verdad divina”. Y, para destacar que no hay oposición entre las ciencias empíricas y las verdades de la fe, afirmó : “Para la fe, no representa ninguna dificultad que la evolución se desarrolle según sus propias leyes”… (esas leyes existen y se cumplen porque Dios así lo quiere), “las ciencias naturales llevan a preguntas que van más allá de su método, preguntas que la razón debe proponer y que no deben ser dejadas solo al sentimiento religioso”… eso sucedió con el caso Galileo, la Iglesia invadió el campo de la ciencia; pero tampoco es aceptable lo contrario, que la ciencia invada el campo de lo que está más allá de la materia y que se atribuya decidir si Dios existe o no. La ciencia trabaja sobre la materia y Dios no es materia.
Luego del Papa le tocó el turno a Stephen Hawking. Habló sobre “La evolución del universo y la vida”. Y dijo: “Las primeras explicaciones sobre el origen del mundo fueron intentos por responder preguntas que todos nos hacemos: ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? No obstante, la idea de que el universo haya tenido comienzo no satisfacía a todos. Por ejemplo, Aristóteles, el más famoso entre los filósofos griegos, creía que el universo había existido siempre. En efecto, eterno y más perfecto que lo que fue creado.”
“La expansión del universo ha sido uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX, de cualquier siglo, y ha transformado el debate sobre si el universo tuvo o no un origen. De hecho, si las galaxias se están separando, queda claro que en el pasado estaban más próximas entre sí. Sin embargo, muchos científicos no estaban de acuerdo sobre el hecho de que hubiera tenido inicio porque esto significaría un error de la física. Para comprender cómo se habría originado el universo habría sido necesario aceptar la participación de un agente externo”… Habla luego de Lifshitz y Khalatnikov que se atribuían haber demostrado que la expansión y contracción del universo no habrían tenido comienzo. Afirmó que esta teoría “era muy conveniente para el materialismo dialéctico marxista leninista, porque evitaba preguntas incómodas sobre la creación del universo. (Esta teoría) se transformó en un dogma para los científicos soviéticos.”
“Cuando Lifshitz y Khalatnicov publicaron esa teoría, yo era un estudiante veinteañero buscando cosas para su doctorado. Puesto que no creía en sus supuestas pruebas, comencé con Roger Penrose, a desarrolar nuevas técnicas matemáticas para estudiar esta cuestión. Juntos demostramos que era imposible que el universo rebotara… La Teoría General de la Relatividad de Einstein y el descubrimiento de la expansión del universo han reducido a escombros la vieja imagen de un universo que siempre ha existido y que siempre existirá… A pesar de que se han dado pasos de gigante, no todo está resuelto. Todavía no tenemos una buena comprensión, a nivel teórico, de las observaciones que demuestran que la expansión del universo haya comenzado a acelerarse luego de un período de desaceleración. Sin esa comprensión no podemos estar seguros sobre el futuro del universo. ¿Continuará expandiéndose para siempre? ¿La inflación del universo es una ley natural? ¿El universo está destinado a colapsar?… Estamos cada vez más cerca de responder las preguntas de siempre: ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? Yo creo que estas preguntas podrán encontrar su respuesta dentro del campo de la ciencia”. Hasta aquí Stephen Hawking
Sintetizando su exposición: ratifica la Teoría General de la Relatividad de Einstein que establecía que tanto el universo como el tiempo habían tenido su inicio en el Big Bang. El universo según la ciencia habría tenido origen, tuvo un comienzo. La Filosofía, como veremos, piensa los mismo.
Siendo esto así, si el universo tuvo un origen, las alternativas posibles para explicarlo son dos: a) o ese punto cuyo estallido dio origen al universo fue causado por “algo o Alguien anterior a la materia”. b) o bien, el universo apareció sin causa, en forma espontánea, de la nada.
Stephen Hawking siempre se manifestó como ateo, por consiguiente, por coherencia con su ateísmo, se vio obligado a aceptar que el universo tuvo origen, pero que “surgió espontáneamente”, de la nada, sin un creador. Fue un efecto sin causa. Esta posición no deja de provocar asombro pues nuestra mente y las ciencias en general, de ninguna manera creen posible una “generación espontánea”. El filósofo griego Parménides, en su Metafísica había aseverado que: “De la nada, nada sale; nada se convierte en nada”
Respecto a la primera alternativa no existe escapatoria: si algo apareció, algo o alguien lo hizo aparecer. No puede afirmarse que lo que dio origen al universo pudo haber sido “algo anterior” no identificado, porque en ese caso habría habido algo ya preexistente, no habría sido lo primero de todo. Por ejemplo, no puede decirse que el Big Bang fue originado en otro Big Bang anterior, y así indefinidamente, ya que en ese caso ninguno de ellos habría sido el verdadero comienzo de todo. Es una forma de escaparle a la cuestión. Algo o Alguien debió ser lo que originó el universo.
Aristóteles, y con más claridad Santo Tomás de Aquino, al analizar los diversos tipos de causas, señalan a Dios como el primer motor inmóvil que dio el impulso para que se originara todo lo creado.
¿Los científicos al establecer que todo lo creado desde el Big Bang tuvo una causa, un origen, están afirmando que Dios existe? No, de ninguna manera. La ciencia no puede ir más allá de establecer que “debió haber habido una causa”. No debe salir del campo material que le es propio e invadir el campo de lo no material, de lo espiritual. Hay que evitar repetir, invertido, el caso Galileo.
Tal vez eso fue lo que quiso decir Stephen Hawking al escribir que “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo y se creó de la nada. La creación espontánea es la razón de que haya algo en lugar de nada …No es necesario invocar a Dios como el que encendió la mecha y creó el Universo”. “El Gran Diseño”.
Las ciencias no pueden probar o negar la existencia de Dios. Sí pueden probar que el universo tuvo origen, aunque ignoran por completo la forma en que pudo haberse originado (S.Hawking). Para el hombre común, no se puede renunciar al principio de causalidad, y, por lo tanto, aunque ignora la forma, concluye que quien “encendió la mecha y creó el universo” sencillamente fue Dios.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin