Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
INTRODUCCIÓN
El sábado previo al domingo de Pascua se hacen siete lecturas de la Biblia, comenzando por la de la creación del mundo; no vienen mal algunas nociones sobre la forma de interpretarlas.
El relato bíblico de la creación está en el comienzo mismo del libro del Génesis, palabra que significa “origen”, “nacimiento”, “creación”. Allí se muestra que todo lo creado por Dios es bueno y adecuado para el hombre, pero más adelante, el relato expondrá que cuando el hombre se aparta del bien por el pecado, se provoca la ira de Dios y el resultado es la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal. El hombre desafiando a Dios pierde su inocencia original y será vulnerable al mal.
La autoría del Génesis es ampliamente discutida por los biblistas. La versión tradicional que viene desde la Edad Media, atribuye la autoría del Pentateuco, (los cinco primeros libros de la Biblia, entre ellos el Génesis) a Moisés, pero algunos autores, de diversas épocas, sostuvieron que: a) al menos parte de esos libros fue escrita durante el cautiverio judío en Babilonia (587/6 y 539 a.C.) por un compilador desconocido que habría tenido en cuenta distintas fuentes para su redacción definitiva. b) Que algunas de sus partes tuvieron como base tradiciones orales que se mantenían vivas desde más de 2.000 años a.C. c) Que el Pentateuco fue escrito con el aporte de varias personas distintas entre los años 950 y el 500 a.C. y d) Que esos escritos se recopilaron en su forma actual hacia el año 450 a.C.
Nada resulta indiscutible sobre el origen de los diversos libros del Antiguo Testamento; cosa muy distinta es sobre su inspiración divina, que no es otra cosa que un acto de fe. Dios puede hablar de variadas formas.
MARIE JOSEPH LAGRANGE (1855-1938) sacerdote dominico.
Si leemos el texto del Génesis como si fuera la explicación científica sobre cómo se originaron todas las cosas en la tierra y el universo –y hay grupos que aún lo creen así- estaríamos negando indiscutibles aportes de la ciencia, entre ellos los cambios permanentes que observamos en todas las formas de vida y las continuas y diarias modificación en astros y estrellas. El fijismo sostiene que Dios ha creado todas las cosas en la forma en que están hoy y que siempre serán así. Niegan por lo tanto cualquier forma de evolución, cosa hoy imposible de sostener. La Biblia no pretende trasmitir saberes científicos sino un mensaje teológico, y lo hace utilizando como medios, las creencias y conocimientos del momento en que el relato fue escrito.
No cabe una interpretación rígida de la letra bíblica sin tener en cuenta los géneros literarios que, como recursos didácticos, vemos en las más diversas narraciones. Los géneros más comunes en la Biblia son: narraciones históricas, cuentos, parábolas, metáforas, fábulas, exhortaciones, profecías, narraciones jurídicas, discursos, etc. Los géneros literarios son recursos didácticos que facilitan la comprensión del mensaje. Un notable ejemplo que confirma esta afirmación, fue el inmortal poeta griego Esopo (¿?-564 a.C.) quien por medio de sus fábulas hacía hablar y razonar en forma muy juiciosa a dioses, mosquitos, lobos, corderos, ranas, serpientes, pájaros, burros, liebres, hormigas, etc. etc., y de esta manera trasmitía en forma increíblemente eficaz, enseñanzas que de otra manera habrían sido mucho más difíciles de trasmitir…y, ¡a nadie se le ocurriría interpretarlas literalmente!
En la Biblia, también se recurre a los géneros literarios para trasmitir enseñanzas que tienen como autor, no a Esopo, sino a Dios. No se puede interpretar el relato bíblico de la creación como si fuera una explicación cosmológica y científica. La Biblia no es un libro de ciencias sino un libro religioso, en el que encontramos la palabra de Dios, trasmitida utilizando como recursos didácticos los géneros literarios existentes. La posición que insiste en la interpretación rigurosamente literal no es razonable, y por eso está siendo dejada de lado.
El reconocido exégeta Marie-Joseph Lagrange, contra viento y marea, había propuesto conciliar la ciencia con la fe tratando de demostrar que la Biblia, a la vez que palabra de Dios, es también palabra humana y por eso, en este sentido, se pueden usar los recursos más convenientes para hacer la interpretación tal como se haría con cualquier otro libro de la antigüedad.
Para hacer esa conciliación entre el mensaje divino y el aporte humano del redactor bíblico, Lagrange propuso el método histórico-crítico y el recurso a los géneros literarios. Lo había considerado necesario porque la aparición de nuevos documentos y algunos descubrimientos arqueológicos parecían contradecir el relato de la Biblia, y se planteaba la cuestión de cómo conciliar esos descubrimientos con la letra de lo que decía la Biblia.
La encíclica Dei Verbum, uno de los resultados del Concilio Vaticano II, señaló en su momento que: “Dios habla en la Escritura por medio de los hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura… debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras”. Y más adelante: “El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época”. Y también: “Para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe.” D.V. 12. Aunque bastante posterior a su muerte fue una reivindicación de la validez de los estudios que había hecho M. J. Lagrange.
Este exégeta, entendía que tomar en forma aislada y literal algunos versículos de la Biblia constituía un riesgo, porque podía derivar en cualquier tipo de interpretación y esa fue la razón por la que, por largo tiempo, se desaconsejaba que el pueblo llano la leyera. La interpretación de la Biblia, en el pasado era rígida y se imponía desde las máximas autoridades de la iglesia. El otro extremo era que cualquier persona, sin los más mínimos conocimientos de hermenéutica (criterios de interpretación), se creyera con autoridad para hacerlo. Esta última posición, conserva todavía muchos defensores. Desgraciadamente, la historia pasada y actual enseña que muchas de las interpretaciones hechas por improvisados, constituyeron y constituyen aún hoy, graves o gravísimos desvaríos.
Obviamente, interpretar la Biblia no es para cualquiera; se deben tener en cuenta las opiniones de los exégetas serios.
La mayoría de los biblistas, siguiendo a Lagrange, admiten que la posición más razonable al leer la Biblia es la de abandonar la lectura “ingenua” y literal, y hacer una interpretación que tenga en cuenta el propósito central del redactor del relato y el contexto ambiental dentro del cual lo escribió, dejando de lado los detalles accesorios. En el caso que nos ocupa, el relato de la creación, lo que hay que tener en cuenta es que el principal propósito del redactor bíblico al describir la creación del mundo fue la de reafirmar insistentemente tanto el Monoteísmo como la Omnipotencia divinas, en oposición al Politeísmo, muy generalizado tanto en la Mesopotamia como en Palestina. Se debía insistir en que Dios es uno, único, y el autor de todos lo creado.
La descripción de la creación tal como la presenta el relato bíblico, hoy puede resultarnos hasta infantil, pero si se tiene en cuenta que este relato, de una u otra manera, nos viene desde aproximadamente 1.000 años a.C. (algo por ahora imposible de establecer), que estaba dirigido a personas analfabetas, pastoras de cabras y camellos y con muy escasa vida social y cultural, la calificación que podremos hacer cambiará por completo, y nos llevará a entender que ese relato, tal como está escrito, es una magnífica adaptación didáctica de parte del redactor o redactores, a ese particular público al que estaba dirigido. De otra manera ese público no lo hubiera entendido.
EL P. LAGRANGE EN FRIBURGO
En esta ciudad universitaria de Alemania, en 1897 se realizó un congreso sobre exégesis bíblica y en ella M.J. Lagrange tuvo la ponencia central: en ella negó que el Pentateuco hubiera sido escrito por Moisés, y estableció que la autoridad religiosa de la Biblia no se funda en la autenticidad del autor del escrito, en este caso Moisés, sino en la inspiración divina de quienes lo redactaron, sin importar demasiado quienes hayan sido sus redactores. Lo central era el mensaje que Dios quería comunicar, y otra cosa muy distinta el mensajero o mensajeros de los que se valió para trasmitirlo, y que podían perfectamente ignorar que eran los instrumentos de Dios para esa tarea.
Esta tesis, que diferenciaba entre la inspiración divina y la identidad del autor o autores del relato bíblico, que hoy es comúnmente aceptada, enfureció a los sectores más fundamentalistas de la iglesia que acusaron a Lagrange de “racionalista” y laico.
M. J. Lagrange era una autoridad más que respetable, dado que había fundado la “Escuela Bíblica” de Jerusalén (que dirigió durante 45 años), y habitualmente colaboraba con notas de fondo para la “Revista Bíblica internacional”; sin embargo, por muy largos años sufrió todo tipo de acusaciones de parte de las más encumbradas autoridades de la iglesia, y muy fuertes descalificaciones de parte del clero menos ilustrado en temas bíblicos.
Se lo acusaba de promover una hermenéutica bíblica secularizada, de la que Dios estaba excluido. Esta acusación llevaría a que Lagrange escribiera estas amargas palabras: “La exégesis bíblica es la única ciencia, donde cada uno se considera en condiciones de opinar sobre todo, sin escuchar a los que realmente saben. Esperemos que esto se termine de una vez.”
En sus conferencias con especialistas en Francia, Alemania, Austria y otros países insistía en rechazar la lectura fundamentalista, ingenua y literal de la Biblia, y en la importancia de los géneros literarios al momento de hacer la interpretación, remarcando siempre que esos escritos son palabras inspiradas por Dios a través de variados instrumentos humanos.
Una adecuada exégesis de la Biblia debe suponer en el exégeta, una profunda fe religiosa pues se trata de la palabra de Dios, y una seria competencia libre de cualquier pre-juicio. Es inaceptable una interpretación neutra o secular, porque evidencia desde el comienzo un pre-juicio negativo al no reconocer el carácter sagrado de las Escrituras y considerarlas solamente como un valioso documento antiguo igual a otros.
El Concilio Vaticano II dejó en claro que: “Aunque la Escritura es un libro perfectamente humano, no es totalmente reductible a un libro puramente humano…”
Irónicamente, su denodada constancia en la búsqueda de la verdad a pesar de las persecuciones que siempre lo acompañaron, le mereció al Padre Marie Joseph Lagrange que en el año 1990 un numeroso grupo de obispos franceses pidieran al Papa el inicio de su proceso de canonización.
RELATO BÍBLICO DE LA CREACIÓN. Texto extraído de: DIOS HABLA HOY (La Biblia con deuterocanónicos, editada por Sociedades Bíblicas Unidas.)
“En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua.”
“Entonces Dios dijo: “Que haya luz”. Y hubo luz. Al ver Dios que la luz era buena, la separó de la oscuridad y la llamó “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”. De este modo se completó el primer día.”
“Después Dios dijo: “Que haya una bóveda que separe las aguas, para que éstas queden separadas”. Y así fue. Dios hizo una bóveda que separó las aguas: una parte de ellas quedó debajo de la bóveda, y otra parte quedó arriba. A la bóveda la llamó “cielo”. De este modo se completó el segundo día.”
“Entonces Dios dijo: “Que el agua que está debajo del cielo se junte en un solo lugar, para que aparezca lo seco”. Y así fue. A la parte seca Dios la llamó “tierra”, y al agua que se había juntado la llamó “mar”. Al ver Dios que todo estaba bien, dijo: “Que produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto”. Y así fue. La tierra produjo toda clase de plantas: hierbas que dan semilla y árboles que dan fruto. Y Dios vio que todo estaba bien. De este modo se completó el tercer día.”
“Entonces, Dios dijo: “Que haya luces en la bóveda celeste, que alumbren la tierra y separen el día de la noche, y que sirvan también para separar los días, los años y las fechas especiales.” Y así fue. Dios hizo las dos luces: la grande para alumbrar de día y la pequeña para alumbrar de noche. También hizo las estrellas. Dios puso las luces en la bóveda celeste para alumbrar la tierra de día y de noche, y para separar la luz de la oscuridad, y vio que todo estaba bien. De este modo se completó el cuarto día”.
“Luego Dios dijo: “Que produzca el agua toda clase de animales, y que haya también aves que vuelen sobre la tierra”. Y así fue. Dios creó los grandes monstruos del mar, y todos los animales que el agua produce y que viven en ella, y todas las aves. Al ver Dios que así estaba bien, bendijo con estas palabras a los animales que había hecho: “Que tengan muchas crías y llenen los mares, y que haya muchas aves en el mundo”. De este modo se completó el quinto día”.
“Entonces Dios dijo: “Que produzca la tierra toda clase de animales: domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo”. Y así fue. Dios hizo estos animales y vio que todo estaba bien. Entonces dijo: “Ahora hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros, y tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo”.
“Cuando Dios creó al hombre lo creó parecido a Dios mismo; hombre y mujer los creó, y les dio su bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.”
“Después les dijo: “Miren, a ustedes les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo esto les servirá de alimento. Pero a los animales salvajes, a los que se arrastran por el suelo y a las aves, les doy la hierba como alimento”. Así fue. Y vio Dios que todo lo que había hecho estaba muy bien. De este modo se completó el sexto día.”
“El cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, quedaron terminados. El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación. Esta es la historia de la creación del cielo y la tierra.”
Bahía Blanca, 7 de abril de 2025
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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