Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
Las dos grandes fiestas patrias suelen tener una conmemoración religiosa en la Catedral Metropolitana, para agradecerle a Dios por las bendiciones dispensadas en el pasado y para pedirle que en el futuro su protección acompañe a nuestros gobernantes y al pueblo. Se trata de una celebración estrictamente, exclusivamente religiosa, frecuentemente solemnizada por un coro, si lo hubiera. Este himno religioso en lengua latina comienza con las palabras “Te Deum” (A ti Dios…). Su letra, en castellano dice:
“A ti, oh Dios, te alabamos; a ti, Señor, te reconocemos; a ti, eterno Padre, te venera toda la creación. Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran; Los querubines y serafines te cantan sin cesar. Santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos. Los cielos y la tierra están llenos de la majestad de su gloria…Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre. Haz que en la gloria eterna nos asociemos con tus santos. Salva a tu pueblo Señor, y bendice tu heredad. Sé su pastor y ensálzalo eternamente. Día tras día te bendecimos y alabamos tu nombre para siempre, por eternidad de eternidades. Dígnate, Señor, en este día guardarnos del pecado. Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros. Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. En ti Señor, confié, no me veré defraudado para siempre.”
La información generalmente aceptada es la de que este himno habría sido compuesto por San Ambrosio, obispo de Milán en el año 387, en ocasión del bautismo de quien más tarde sería el genial San Agustín, obispo de Hipona, ciudad del norte de África, en la actual Túnez.
Este himno de alabanza y agradecimiento a Dios por su bondad y protección suele entonarse cuando hay motivos muy importantes de festejo. Es un himno que, dado su contenido, siguen manteniendo las iglesias reformadas posteriores a Lutero. Además, ningún judío y ningún musulmán tendrían reparos en recitarlo. Y ningún agnóstico o ateo tendría nada que objetarle.
Una prueba de su universalidad se evidencia en que este himno siga siendo el canto que se entona en la ceremonia de coronación en monarquías europeas como la sueca, la belga o la británica, y que gran cantidad de compositores muy importantes, de las más variadas confesiones e incluso agnósticos hayan dado música a sus estrofas. Esas composiciones fueron hechas preferentemente en lengua latina, pero algunos lo han hecho en lenguas nacionales y así, Ennio Morricone lo hizo en guaraní para la inmortal película La Misión.
Estos hechos transforman al Te Deum en un himno de carácter ecuménico, en una oración al Dios único compartida por todas las religiones monoteístas y no objetada por los no creyentes.
En Argentina la celebración del Te Deum es una tradición que no debiera interrumpirse porque el objetivo de la ceremonia es el de unir a todos los argentinos en una oración a Dios para agradecer sus bendiciones, impetrar su misericordia por nuestras faltas y pedirle su protección sobre nuestra patria. No debería ser ocasión para homilías acusatorias que solo sirven para dividir. Esta celebración de ninguna manera debería perder su carácter exclusivamente religioso.
Por supuesto existen excusas para desviarse de esta finalidad; la más común es la de que es la ocasión ideal para hacerse escuchar por las más altas autoridades de la nación, haciendo observaciones que se creen importantes para el bien del país; pero cuando se transforman en acusaciones, a veces injustas, solo servirán para dividir a los argentinos y crear rencores contra la Iglesia.
Las ya esperables recriminaciones de la Iglesia al gobierno que se hacen cada Te Deum, en general admiten algunas observaciones: a) En el templo solo está el Poder Ejecutivo; faltan el Poder Judicial y, especialmente, falta el Poder Legislativo; habrá tal vez algunos de sus integrantes. El gobierno lo forman los tres poderes del Estado pero a veces, uno o ambos, recurren sistemáticamente al obstruccionismo impidiendo que el Ejecutivo cumpla con el plan de gobierno que quiso el pueblo al designarlo, y no es justo criticar solo al Ejecutivo de lo que es responsabilidad de los tres poderes del Estado. b) Esas recriminaciones suponen que quien las hace está en una posición de superioridad moral respecto al criticado, y que en su institución no se dan las cosas que recrimina a otros. c) Cuando las recriminaciones se hacen sin tener en cuenta todo el contexto del momento, como por ejemplo la herencia recibida- por parte de cualquier gobierno- y los obstáculos que le presentan a diario la oposición sea desde el Parlamento o desde los gremios, hacen que esas críticas además de ser insuficientemente fundadas, dejen abierta la posibilidad de que el aludido use su derecho a réplica y explique las cosas con mayor información y deje muy mal parado a su crítico. Eso hizo Alfonsín 35 años atrás, cuando el Vicario Castrense lo acusó públicamente de que en su gobierno había corrupción. Con gran altura, la respuesta que le dio Alfonsín fue letal.
Si se persiste en la actitud de transformar la homilía de las fiestas patrias en un torneo de reclamos a los gobernantes, aunque fueran verdaderos, lo único que se logrará es que en algún momento algún gobernante decida que en adelante las autoridades de la Nación no asistirán más al Te Deum, por haber dejado de ser éste una celebración religiosa.
Lo que se espera de la Iglesia en estas fechas es una oración de alabanza y súplica a Dios por nuestra patria, y un mensaje religioso alusivo a la efeméride que se conmemora. Para los reclamos sociales o políticos existen formas más sutiles, inteligentes y efectivas; claro que menos espectaculares…
Esta costumbre de tomar la celebración del Te Deum como esperada ocasión para reclamos de tipo social o político debe terminar. Los únicos resultados que logran son: que las autoridades nacionales asistentes en la catedral salgan de ella mascullando bronca contra la Iglesia y sus autoridades; que un sector de los políticos celebre como propios esos reclamos y todo quede politizado; que los periodistas tengan material sobrado para todo tipo de especulaciones y que los argentinos se dividan entre quienes están de acuerdo con esas críticas y quienes las rechazan. La celebración religiosa queda opacada por los reclamos, y no es éste el objetivo verdadero del Te Deum.
El Te Deum de este 25 de Mayo fue apenas diferente a los anteriores. Esta vez las denuncias estuvieron a cargo del nuevo Arzobispo de Bs. As. Jorge Ignacio García Cuerva, cuya autoridad para dar cátedra sobre temas sociales o políticos es más que discutible. Nadie tomaría en serio lo que dice una persona que tuvo demasiados encuentros innecesarios con políticos casi siempre del mismo partido y que, entre otras frivolidades, se prestó a una fotografía en la que aparece, de talante muy festivo, al lado de Malena Galmarini haciendo con sus dedos la V que identifica al peronismo…
Como integrante de la Iglesia y siguiendo el consejo del Papa de “hacer lío” cuando dentro de la iglesia se observen cosas objetables, tengo derecho a opinar y a suplicar que la ceremonia del Te Deum sea una ceremonia exclusivamente religiosa y ecuménica, y que sirva para unir a los argentinos y no para enfrentarnos.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com
Quiero señalar un grueso error en la nota: la foto del obispo García Cuerva no es con Victoria Paz Tolosa sino con Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa. Pido disculpas. Humberto Guglielmin.
Quiero señalar un grueso error en la nota: la foto del obispo García Cuerva no es con Victoria Paz Tolosa sino con Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa. Pido disculpas. Humberto Guglielmin.