Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
LA SITUACIÓN DEL PAÍS QUE RECIBE ISABEL PERÓN
Estados Unidos había sido derrotado y humillado militarmente en Vietnam a pesar de haber desembarcado allí más de 600.000 soldados. Esa fue una terrible guerra entre dos ideologías y dos imperialismos opuestos, el de USA por un lado que quería frenar la expansión del comunismo y la alianza chino-rusa por el otro, alianza que estaba determinada a ayudar a Vietnam para consolidar su independencia y frenar el expansionismo capitalista de occidente.
La victoria de la alianza comunista, unida al propósito Cubano de exportar su versión del comunismo a toda América Latina, significó una inyección de optimismo para los grupos marxistas de América Latina. Pero también para grupos de otras latitudes: ETA en España, IRA en Irlanda, Brigadas Rojas en Italia, Baader Meinhof en Alemania, el Ejército Rojo Japonés etc. Parecía el preludio del ocaso de USA y del capitalismo.
Los medios que estos grupos utilizaban para imponerse, inicialmente fueron el adoctrinamiento y la persuasión pero rápidamente pasaron al uso de las armas para jaquear a los gobiernos, ya que no creían en los cambios progresivos y pacíficos. Exaltaban la lucha armada como la única manera realista de crear un mundo mejor. Vietnam y Cuba eran la prueba.
Estos grupos creían que la violencia armada era la forma más eficaz de hacer política, y buena parte de la juventud de los 70 compartía estas ideas. En estos momentos, en una parte del peronismo se ha impuesto una versión modificada de esa doctrina según la cual la más eficaz forma de hacer política y conseguir lo que se quiere, es la violencia de los piquetes y la presión constante contra el gobierno y la población, para obtener las ventajas que se buscan. Por ahora el acoso constante a la ley y el orden no es armado. ¿Qué sucedería si se lo frena con determinación?
Como todos los gobiernos democráticos de los años 70 demostraban una patética debilidad para enfrentar a esos grupos armados, las Fuerzas Armadas legales de todos los países de América Latina, no vieron más alternativa que la de hacerse cargo de sus respectivos gobiernos nacionales para enfrentar a la guerrilla con eficacia militar. Para aumentar esta eficacia, los EE.UU. alentaron la colaboración internacional entre los países con insurgencia por medio del Plan Cóndor. Esto significó que los medios de represión de la guerrilla comenzaron a tener vasos comunicantes entre los países afectados. Acuerdos similares hacía años que existían entre los grupos insurgentes de América Latina.
Al asumir Isabel, Argentina era el único país de América Latina que todavía no tenía gobierno militar, pero la situación era muy compleja y volátil. La liberación masiva de los guerrilleros encarcelados durante el régimen militar fue un grave error, pues de inmediato se reintegraron a los grupos armados. (Ahora sucede algo muy parecido pero con los presos comunes liberados en forma irresponsable por el gobierno nacional durante la pandemia; volvieron al delito ante la más completa indiferencia del gobierno). Uno de los resultados de esa liberación fue la de acentuar la militarización de sus agrupaciones para hacer más factible la toma del poder.
Las formaciones más militarizadas fueron: el Ejército Montonero, liderado por Mario E. Firmenich; el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), liderado por Mario R. Santucho; las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), sin un liderazgo indiscutido; y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) cuyo primer líder fue Envar El Kadri, y el Ejército Nacional Revolucionario (ENR), liderado por Rodolfo Walsh etc. Podrían añadirse una docena más de formaciones armadas que terminaron siendo absorbidas por las 4 primeras y al final terminaron reduciéndose a solo dos, Montoneros y el ERP. En el escudo de Montoneros nada habla de paz y orden, lo que se destaca es una lanza montonera y un fusil ametralladora. ¡Poco idealista!
El hecho de que Perón e Isabel fueran el resultado de la voluntad popular manifestada en las urnas, no modificó en absoluto la determinación de estos ejércitos irregulares de hacer política a través de las armas ignorando el mandato popular.
La opción de la guerrilla por la violencia armada y su desprecio por la vía política la expresó con toda claridad Mario R. Firmenich luego de la entrevista con Perón el 8 de septiembre de l973: “El poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tuvimos los fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas… en tanto no haya sido destruido el poder del imperialismo y la oligarquía debemos prepararnos para… el próximo enfrentamiento”… “Lo que Perón llama socialismo nacional no es socialismo sino el justicialismo. La ideología de Perón es contradictoria con la nuestra, porque nosotros somos socialistas” en realidad comunistas, palabra que no les gustaba usar)… Pocos días después de haber dicho estas palabras los Montoneros cumplieron lo que habían prometido desde las tribunas del club Atlanta: “Rucci traidor a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor.” Y lo asesinaron.
Luego de que Montoneros dieran muerte a José Rucci, hecho que afectó muchísimo a Perón, se emitió una orden refrendada por el propio Perón según la cual se declaraba que Montoneros era ajeno al peronismo y un instrumento del marxismo-leninismo para infiltrarlo y desnaturalizarlo. En una reunión en Olivos había afirmado: “Yo soy peronista por lo tanto, no soy marxista”. Declaró además que se debía combatir el marxismo por todos los medios. El asesinato de Rucci y las palabras de Perón provocaron que algunos grupos y líderes peronistas que habían apoyado a Montoneros dejaran de hacerlo.
Perón vio desafiada su autoridad por las múltiples acciones armadas de estos grupos. Sin dudas el más grave fue el ataque al Regimiento de Azul perpetrado por el ERP en enero de 1974, pero los atentados y asesinatos políticos sucedían todos los días, normalmente varios en un día. En una carta dirigida a los jefes y oficiales de ese regimiento, luego de felicitarlos por su desempeño deseó que: “el reducido número de sicópatas que van quedando sea exterminado uno a uno para bien de la república”. Ratificando las palabras de Perón la revista El Caudillo, financiada por López Rega adelantó: “llegó el tiempo de ver si tienen sangre y pelotas para enfrentarnos cara a cara. Somos fanáticos y cumpliremos la orden de nuestro caudillo: defender a Perón”.
Y así, los gobernadores de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza fueron removidos por Perón por estar muy infiltrados sus gobiernos por la extrema izquierda. Santa Cruz y Salta lo serían después por decisión de Isabel. A medida que el tiempo pasaba la violencia entre los grupos guerrilleros y las fuerzas del orden se intensificaban y crecía la angustia de la población, que reclamaba el retorno a una vida normal. No se podía vivir de esa manera.
La realidad mostraba que por los medios legales el Estado no podía restablecer la paz y el orden, y como la eficacia militar de la guerrilla se basaba en el factor sorpresa y la falta de escrúpulos al momento de elegir los blancos de sus ataques, comenzaba a imponerse la idea de que el gobierno debía utilizar los mismos medios que la guerrilla pero en forma más intensa, menos clandestina y extendida a todo el país. La forma de hacerlo sería a través de la Triple A.
Esta formación paraestatal estaba integrada por policías, sindicalistas y ex militares cuyo accionar estaba coordinado y financiado desde el Ministerio de Bienestar Social que manejaba José López Rega. Fueron muchos los grupos del peronismo ortodoxo que terminaron uniéndose a la Triple A. Uno de ellos fue la Concentración Nacional Universitaria (CNU) en la que actuó Hugo Moyano cuando era joven. El ámbito inicial de este grupo era combatir a la izquierda en la Universidad dando informaciones a la Triple A, o con atentados e intimidaciones más tarde se aliaría a la UOM-Unión Obrera Metalúrgica- y extendería su violencia contra la izquierda en todos los ámbitos.
El órgano extraoficial de la Triple A era la revista El Caudillo, en la cual abundaban consignas como: “el mejor enemigo es el enemigo muerto” o “haga patria, mate un zurdo”. En general, el mensaje de sus editoriales era el de “exterminar a todos los zurdos”.
Un órgano de la izquierda fue el periódico “El Descamisado”, dirigido por Miguel Bonasso y en el que escribían Juan Gelman, Rodolfo Walsh, Horacio Verbitski, Paco Urondo y Norberto Habegger, todos ellos grandes escritores. Tenía una tirada que superaba y en ocasiones duplicaba los 100.000 ejemplares. Si bien inicialmente mostró cierta independencia de Montoneros, luego de la expulsión de estos de la Plaza de Mayo, directamente se convirtió en su vocero. En agosto de 1974 sería cerrado por decisión de Isabel Perón alegando que “exaltaba las actividades delictivas en el campo de la subversión”.
Muerto Perón, Montoneros comete dos asesinatos que conmocionaron al país, el del líder radical y ex ministro de Lanusse, Arturo Mor Roig y del director del diario El Día de La Plata, David Kraiselburd. A raíz de estos hechos la revista revista El Caudillo manifestó: “¡estamos en guerra!”; y poco tiempo después vino la réplica con el asesinato del diputado de Montoneros Rodolfo Ortega Peña.
Durante el poco más de un año y medio de gobierno de Isabel, se incrementó muchísimo la violencia, que se manifestaba en todas las formas posibles: había un promedio de tres asesinatos políticos diarios de personas de uno y otro bando; innumerables atentados con bombas, amenazas telefónicas diarias a políticos y periodistas; secuestros extorsivos de militares o empresarios y su reclusión en sórdidas “Cárceles del Pueblo” con el objetivo de obtener rescates millonarios o para hacer reclamos al gobierno con la amenaza de su muerte; cartas intimidatorias, tomas de fábricas y de universidades; robos de armas a unidades militares, armerías, comisarías y a policías desprevenidos; secuestro de transportes con alimentos para llevarlos a las villas y distribuirlos allí previa volanteada contra el gobierno; cobro extorsivo de dinero a las empresas para que pudieran seguir en actividad; secuestro y asesinato de diplomáticos extranjeros; cruentos asaltos contra unidades militares; secuestro de aviones; balaceras contra casas e instituciones públicas y privadas etc. etc.
Según Ceferino Reato, además de las armas robadas al Ejército y a las comisarías, el Ejército Montonero tenía en varias partes del país sus propias fábricas de armas. La más importante se llamó José Sabino Navarro. Fabricaban explosivos, fusiles, armas de puño, granadas de mano, granadas antitanques y también la terrible “bomba vietnamita”. Una de estas fue utilizada en el atentado en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la calle Moreno el 2 de julio de 1976; produjo 23 muertos y 110 heridos…
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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Fotos: Dardo Cabo – El Confidencial – X.com – Sin Permiso