LOS ÍDOLOS NACIONALES

Nota: Profesor Humberto Guglielmin

LOS ÍDOLOS
En el libro del profeta Daniel 2:25-42 se refiere un sueño de Nabucodonosor en el que ve la estatua imponente de un ídolo con la cabeza de oro y las demás partes de su cuerpo con otros metales; tenía sin embargo los pies de barro. Una piedra se desprendió de una montaña próxima y golpeó contra su parte débil, sus pies, convirtiendo en escombros toda esa estatua.
Hoy hemos cambiado la adoración de ídolos de piedra o de metal, por la idolatría de personas de carne y hueso… sin reparar en que tienen los pies de barro y que pueden caer por tener puntos muy débiles.
Si buscamos la definición de idolatría, encontramos que el diccionario dice que es: “La adoración de un ídolo como si fuera Dios”. Si bien la palabra ídolo también tiene muchas otras acepciones, en rigor no escapan a su significado original: el ídolo es un dios falso, una entidad que presume sustituir al Dios verdadero.
Para personas en formación, el ídolo es un personaje necesario porque ejerce para ellos el papel de protector y guía. Quien tiene buena formación intelectual tiene capacidad crítica, y por lo tanto pensamiento autónomo, y por eso no se deja influenciar con facilidad. En cambio, el que no tiene pensamiento autónomo está expuesto a ser captado por quien lo deslumbra, por quien le parece extraordinario. A estas personas el ídolo le causa una relación emocional muy intensa, lo ve como el que ha cumplido sus aspiraciones inconscientes.
El ídolo político dará a sus admiradores la deseada seguridad frente a los temores que abriga, y un sentido de pertenencia al grupo correcto. El ídolo, debido a un proceso inconsciente de identificación, contribuirá a la formación de la identidad del admirador, e influirá fuertemente en su autoestima. Cualquier ofensa a su ídolo será tomada como una ofensa personal.
El ídolo político sabe interpretar las aspiraciones de sus admiradores y las satisface, y cuantas más coincidencias existan entre ambos, más intensa y fanática será la adhesión. Por eso el ídolo debe procurar cuidadosamente no defraudar a sus admiradores no cumpliendo con lo que esperan de él.

Para los niños, los primeros ídolos son sus padres, pero a medida que avanzan en edad y en desarrollo intelectual, los ídolos comienzan a diversificarse. Otros ídolos podrán encontrarlos en las ciencias, en la música, en el deporte, en la política, en personajes de la historia pasada o presente, o de ficción, etc. Estos nuevos ídolos sustituirán progresivamente el papel que en ese sentido venían cumpliendo sus padres y se convertirán, en forma no consciente, en personajes míticos de una perfección poco menos que divina, y este nivel de perfección es lo que justificará plenamente su adhesión al ídolo.
El fenómeno de la idealización y creación del ídolo es propio de la adolescencia, pero a medida que con los años uno va ganando en autonomía personal, la confianza en sí mismo debería ir debilitando la dependencia sicológica y admiración ciega hacia el ídolo; debería comenzar a sentirse en condiciones de analizar a su ídolo y, si es el caso, hacerle observaciones y críticas; debería diferenciar su costado positivo del negativo y poner las cosas en su lugar. La admiración nunca debería ser ciega. El vínculo emocional debería ser sustituido por el vínculo racional; la adultez debería sustituir a la adolescencia.
Respecto a la aparición de ídolos populares, incluidos los políticos, es preciso tener en cuenta que muchos de ellos simplemente son creados por los medios de comunicación, si ven la posibilidad de sacar de ellos alguna ventaja económica. En muchos casos, a partir de méritos mínimos de parte del futuro ídolo, esos medios lo publicitarán y ponderarán en forma elogiosa y sistemática sin importar que esos elogios sean falsos o muy exagerados. Se los hace populares a fuerza de repeticiones. Esto lo saben las agencias que hacen estas compañas publicitarias, pero también saben que habrá una calculada ganancia para ellas.
En nuestro país es más común llegar a ídolos a pesar de no tener méritos reales, que llegar a serlo por méritos reales conseguidos con mucho esfuerzo y estudio por largos años. En su momento, muchos mediocres fueron mucho más conocidos que el Dr. René Favaloro, quien solo después de su lamentada muerte, adquirió cierto reconocimiento popular.

ALGUNOS ÍDOLOS MUSICALES
La música, pero especialmente las letras de lo que cantan nuestros mejores valores musicales actuales, no tienen vuelo poético y no resisten la menor comparación con, por ejemplo, las de los músicos españoles. Se trata de canciones descartables, y por eso pasan rápidamente al más completo de los olvidos. Es penoso que esta sea la realidad pues, tanto la letra como la música de esas canciones, son medios que inciden en la educación popular. Ningún ídolo actual se asemeja a los ídolos de décadas atrás: Facundo Cabral, Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, los Fronterizos, Los Chalchaleros, Los Huanca Huá, Las Voces Blancas, Mercedes Sosa, Leonardo Favio, Ariel Ramírez, Astor Piazzolla, Daniel Baremboim, Cerati, Charlie García, Spinetta etc. Hoy campea la desolación creativa. No hay nada rescatable en música popular. Los nuevos ídolos son Duqui, María Becerra, Nicki Nicole, Trueno, L-Gante, etc. El folclore, fuera de las provincias del Norte, duerme el sueño de los justos. Es lo que hay. Varios de estos ídolos no saben leer música, y deben acudir a la ayuda de alguien con los conocimientos adecuados para pasarla a una partitura. Algunos ídolos tienen una base de mérito propio, pero en el caso de la música actual no hay nada, nadie debería reclamar ser un ídolo.

ÍDOLO DEPORTIVO: MARADONA
A Maradona se lo recuerda como un dios indiscutible del deporte, pero para muchos, es un dios en todos los aspectos de la vida. Piensan que a Maradona no se le debe poner en duda nada que le quite méritos, porque claramente fue el mejor jugador del mundo y nada de lo que hizo en la cancha es objetable. Lo que en Méjico fue una descarada mano, en realidad fue “la mano de Dios”. Por eso, su logotipo pasó a ser D10S (DIOS). Con su complacencia y como reconocimiento a sus méritos, se creó en Rosario la religión maradoniana, la misa maradoniana, etc. etc.
A sus admiradores les importa un rabanito el aspecto oscuro de su ídolo: adicción a las drogas, paternidad irresponsable, relaciones con mujeres menores de edad, violencia de género, vida llena de excesos de todo tipo que lo convirtieron en un pésimo ejemplo para la juventud, incoherencia política (un ultra millonario libertino viviendo como un bacán en la empobrecida Cuba comunista de Fidel Castro, quien fue un tolerante cómplice de muchos de sus excesos). Para muchos, al ídolo se le perdona todo. Como fue genial en fútbol está por encima de las leyes morales. Sus idólatras son incapaces de separar las genialidades que demostró en la cancha, de sus conductas fuera de ella. Lo califican exclusivamente por los resultados conseguidos en el Fútbol, en especial su gol ante los ingleses en el Mundial de México, ven la parte pero nunca el todo.

EL ÍDOLO POLÍTICO
No cualquiera puede ser ídolo político. Debe tener dotes de caudillo, saber interpretar las necesidades y el estado de ánimo de las mayorías y utilizar, de la manera más indolora posible, las formas cortoplacistas y fáciles de darles respuesta. En América latina el caudillismo y la demagogia van de la mano. Siempre existe alguna realidad que hace posible e inevitable la aparición de un hombre providencial, amado y odiado con igual intensidad.
No hay que ser un iluminado para afirmar que pronto, en Haití aparecerá alguien que con mano de hierro impondrá el orden en ese torturado país y más de la mitad de la población lo apoyará hasta con su vida; el desorden reclama un ordenador. A Perón lo reclamó la cuestión social, a Bukele lo crearon las pandillas salvadoreñas y a Milei lo trajeron el presidente Alberto Fernández, la vice presidenta Cristina Fernández y el ministro de economía Sergio Massa etc. La corrupción y la inflación habían superado lo tolerable y los gobernantes habían agotado su libreto; todos querían algo distinto.
Para las grandes masas latinoamericanas el ídolo político clásico, es aquel que se dice amigo del pueblo y siempre está dispuesto a dar más de lo razonablemente prudente, a conceder, repartir, incluir, dividir entre buenos y malos; culpar de los problemas a la herencia recibida y a los enemigos internos y externos, apoyar lo que se interpreta como lo más popular, sin importar que sea vulgar o inconducente etc. El ídolo político nunca exigirá ajuste y sacrificios, por más necesarios que fueren; eso lo dejará para quien venga después.

Las medidas demagógicas que tome el aspirante a ídolo político podrán ser injustas y no sostenibles en el tiempo (bajo el kirchnerato fueron claros ejemplos la Jubilación para todos, la apropiación de las AFJP, la AUH, el control de precios, el pago de la deuda al F.M.I., la explotación del tema desaparecidos, la nacionalización de YPF etc.) pero se traducirán rápidamente en votos y ruidosos apoyos y el gobernante tratará de aumentar su popularidad por todos los medios. Su figura o escultura comenzará a estar en todas partes y será presentado como el hombre que salvará a la patria de todos sus enemigos etc. Lo malo de esto es que el gobernante termina creyéndose esos halagos, y con el tiempo se creerá un ser superior y comenzará a mirar al resto de la población y a sus funcionarios con piedad, como personas que sin él no serían nada. Y que están obligados a serle ciegamente leales.
Los siguientes pasos serán creerse por encima de las leyes, válidas para el resto de los mortales, pero no para él; un Nerón que puede ordenar impunemente el incendio de Roma. Se inflará como un pavo cuando los beneficiados por sus medidas demagógicas expresen en forma ruidosa y servil su agradecimiento. Se sentirá imprescindible y buscará escaparle a la alternancia de los gobernantes que ordena la Constitución. Soñará con una monarquía hereditaria.
Son muchos los que necesitan un ídolo, un papá que les diga lo que deben decir o hacer. Generalmente se trata de personas que carecen de autonomía intelectual, o moral, o de ambas, para analizar y decidir por sí mismos. Se limitan a repetir las consignas que les ordenan gritar. Esta humillante y masiva sumisión al ídolo político normalmente no es posible en países serios.

EL ÍDOLO POLÍTICO Y LA EDUCACIÓN
Esta triste realidad tiene múltiples causas. Tal vez la más importante de todas sea la, por muchos deseada, decadencia de la educación en absolutamente todo el país, facilitada por el gobierno y un sindicalismo docente compuesto por matones, ignorantes, sectarios, vagos etc. cuyo único reflejo consiste en declarar huelgas interminables de las que ellos serán los únicos beneficiados. Si estas prolongadísimas huelgas -las hubo de muchos meses ininterrumpidos en la Patagonia- comprometen gravemente el futuro de los niños, les importará un bledo. Al contrario, cuanto más ignorantes terminen sus estudios, más manejables serán por el poder político y sindical.
Hace décadas que los gremios y sus sindicalistas tienen más poder que el ministerio de educación, y el resultado es una situación escolar desesperante. Argentina, para evitar el ridículo, en estas últimas décadas esquivó cualquier test internacional serio sobre la escuela, y los pocos que se hacen ahora en Argentina, como la prueba Aprender 2024, revelan una situación terminal. Los gremialistas dicen defender la escuela ¿pero se conmueven por estos resultados? ¿Les interesa el futuro de los chicos? Obviamente no.
Ellos solo van a los bifes. Los gremialistas en general y Baradel en particular, han somatizado su opulencia económica. Ellos de ninguna manera aceptarían cobrar como un docente, tener 30 alumnos en el aula, corregir todos los días y hacer las tareas para el día siguiente, planificar, tener un seguimiento de cada alumno, soportar con una sonrisa las tensiones del aula y el hostigamiento de muchos padres etc. No tienen la menor idea de lo que es estar al frente del aula. La realidad es que los capos de los gremios docentes están llenos de dinero, viajan por el mundo y la educación les importa un rabanito. Deberían dar pruebas concretas de que sirven para algo. Los docentes no las conocemos.
Una mala formación intelectual facilita la tarea de controlar a los votantes anulando su capacidad de analizar y decidir sobre plataformas y candidatos.

CRISTINA KIRCHNER Y EL SÉPTIMO MANDAMIENTO
Cristianos, Judíos y Musulmanes hacen propios los diez mandamientos dados por Dios a Moisés, y están comprometidos a cumplirlos. El séptimo de ellos es muy claro: NO ROBARÁS.
Es realmente desalentador, pensando en el futuro que le espera a nuestro país, comprobar la escandalosa laxitud moral de grandísima parte de nuestra clase dirigente. Indigna que concejales, intendentes, gobernadores, diputados y senadores nacionales y provinciales, universidades, cuerpos colegiados de todo tipo, abogados, periodistas, políticos, el todavía cura Paco Olveira etc. desconozcan las sentencias judiciales, incluso las emanadas de la Corte Suprema. ¡Todo porque la sentencia condena a su ídolo, Cristina! Si por la misma causa esa sentencia fuera contra algún líder de otro partido, y hubiera igual reacción de parte importante de la dirigencia política de ese partido, seguro se mostrarían como feroces defensores de la legalidad institucional. ¿Dónde están los inconmovibles principios morales?
La flexibilidad de los principios de esta clase dirigente nos avergüenza ante el mundo. ¿Qué es lo que los docentes deben enseñar en las escuelas sobre la educación cívica, lo que dicen los libros o lo que hacen nuestros dirigentes?
En el año 1.754 a.C. Hammurabi, rey de Babilonia redactó un código de leyes basado en la ley del talión, que buscaba proteger a los débiles de los posibles abusos de los poderosos, y castigar a los culpables sea quien fuere. El objetivo era hacer posible el bien común poniendo a todos en el mismo plano. Si fuera posible que volviera del pasado y pasara por Argentina, se mostraría indignado por lo que sucede aquí.
La lealtad siempre debiera ser solo a los principios morales y nunca a las personas, por más que se trate de Cristina Kirchner; honestamente no debería haber dudas sobre su culpabilidad ya que sus delitos fueron reiteradamente probados en las diversas instancias legales incluida la Corte Suprema.
Entre estos “leales” a Cristina no faltan quienes, para anular la sentencia, propician un golpe de estado para derrocar al gobierno democráticamente elegido de Milei, o el asesinato del Fiscal Diego Luciani y de los jueces de la Corte Suprema; se los acusa de castigar a Cristina “¡por ser mujer y por ser peronista!…”. Esa afirmación puede ser útil para la tribuna, pero en realidad se la acusó a ella y a sus muchísimos cómplices, de haber robado miles de millones de pesos a los pobres argentinos. No de otra cosa.
Nunca, ni ella ni sus abogados intentaron demostrar que ella no robó…y muchos de sus partidarios admiten sin ambages que ella robó, pero, añaden, “por lo menos nos dio algo”. Sus abogados siempre argumentaron sobre cosas diferentes al tema del robo. Y se la sentenció por ladrona, no por otra causa. Ningún ídolo, por más presidente que sea, tiene licencia para robar; y no se debería permitir que nadie lo haga y que, si alguien lo hiciera, sea duramente castigado. Todos, sin excepciones, somos iguales ante la ley.

La gran mayoría de los que apoyan incondicionalmente a un ídolo político corrupto, con seguridad lo hacen por las ventajas económicas personales que obtendrían por ese apoyo, o por las posibilidades -también económicas- que perderían si la oposición gana o se mantiene en el poder. En los temas de dinero, los políticos no permiten la presencia de la moral. Lo que importará será: un empleo municipal, provincial o nacional, trabajo en alguna empresa pública, contratos de obras, préstamo en condiciones ventajosas, trabajar de ñoqui o aplaudidor, algún subsidio etc. El sabio refranero español dice que: “Mueve la cola el can, no por ti, sino por el pan”. Y Carlos Marx estuvo muy de acuerdo con ese refrán.
Los pies del adorado ídolo son de barro, y por eso la estatua se cae.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

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