CUENTO INFANTIL PARA LA NAVIDAD LA BEFANA – (Cuento italiano)

Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –

INTRODUCCIÓN
El Niño Jesús ya había nacido en Belén, una pequeña aldea de la provincia romana de Palestina. Como sus padres, María y José, eran muy pobres, no tenían dinero para alquilar alguna pieza en el pueblito. Como era invierno, hacía mucho frío; y dado que la Virgen María estaba por tener a su hijo Jesús, fueron a buscar algún lugar fuera de ese pueblo, que pudiera parecerse a una habitación. Lo que encontraron fue algo así como una cueva bastante profunda a los pies de una colina; y a falta de otra cosa, decidieron quedarse allí. Esas cuevas, como estaban libres del viento, tenían una temperatura más alta que fuera de ellas, y esto era muy importante en invierno, por la nieve y el frío. Los pastores las usaban para guardar de noche las vacas, burros y ovejas que cuidaban durante el día; de esta manera evitaban que se perdieran, o que los lobos se las comieran. La noche en la que nació Jesús, la cueva estaba más tibia porque esos animales la calentaban con su respiración.
El nacimiento de Jesús provocó un gran revuelo en ese lugar. Los pastores que estaban en otros refugios, fueron avisados por los ángeles que había nacido el Mesías que habían anunciado los profetas en los libros sagrados, y llenos de alegría fueron a llevar las pocas cosas que tenían y que podrían necesitar María y José.
No fueron solamente los pastores los que pudieron llevar sus ofrendas a Jesús, también hubo Tres Reyes Magos que se enteraron de su nacimiento, y decidieron que ellos también irían a adorarlo.

EL CUENTO DE LA BRUJA BEFANA
“Hace muchísimo tiempo, en una tierra muy lejana de Oriente, tres sabios reyes, montados en sus camellos y con una caravana de servidores, comenzaron una larga travesía siguiendo a una luminosa estrella que solo ellos podían ver, y que los iba llevando a un lugar en donde había sucedido algo muy importante: el nacimiento de Jesús. Esos reyes se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar.
Para no perderse en el camino, además de la estrella, llevaban mapas e instrumentos de medición, pero algunas veces había días de un sol muy radiante o noches con negros nubarrones que no permitían ver donde estaban. Esto hacía que muchas veces se perdieran, ya que no podían ver donde estaba la estrella que los guiaba y tenían miedo de no llegar. Ellos querían ver a Jesús recién nacido, querían llevarle regalos preciosos de sus países, que seguramente lo pondrían muy contento.
Cuando se vieron completamente perdidos, comenzaron a preguntar a los niños de los caseríos por donde pasaban, o a los pastores que veían a lo largo de las sendas rurales. Nadie sabía dónde quedaba Belén, pero ellos seguían caminando con la esperanza de que alguien, por fin, supiera orientarlos. Cuando ya estaban totalmente desesperados, llegaron a un pueblo y comenzaron a preguntar a sus habitantes la dirección de Belén: para su desgracia, la respuesta siempre era la misma, no sabían.
Uno de esos habitantes, viendo la desesperación de los Reyes, les dijo: “aquí en el pueblo nadie sabe nada ¿Por qué no preguntan a la bruja que vive en esa casucha que está fuera del pueblo?… Esa bruja se llama Befana, y de noche suele subirse a su escoba y se va a pasear a la Luna y otros lugares. Seguro que ella sabe.”
A falta de otra fuente de información salieron del pueblo y fueron a buscar la casita de madera donde vivía esa bruja. Cuando se acercaron con sus camellos y golpearon la puerta, la bruja se asustó y tuvo deseos de no abriles la puerta, pero, ante la insistencia y promesas de que no le harían nada y le pagarían por su información, decidió abrir. Al hacerlo, quedaron a la vista sus escobas, pero los Reyes no se preocuparon porque parecía buena.
Efectivamente, era una bruja muy anciana, muy bajita, con vestido muy largo, zuecos de madera, cara muy arrugada y una nariz grande como un morrón. La bruja Befana vivía muy pobremente y comía hongos y otros productos silvestres que encontraba en un bosque próximo. En el pueblo los niños le tenían miedo, pero estaban equivocados; era una bruja muy buena que, en las noches de luna llena, sentada en una de sus escobas, recorría los lugares de la tierra que todavía no conocía o se daba un paseo por la Luna. Cuando los Tres Reyes le preguntaron dónde estaba Belén, no tuvo duda alguna y les dijo con claridad los caminos que debían tomar, y les aseguró que llegarían con absoluta seguridad.

Los Reyes, viendo su bondad, le explicaron la importancia que para ellos tenía conocer al Niño Jesús, le mostraron algunas de las cositas que tenían para darle y, en agradecimiento por su ayuda, la invitaron a unirse a su caravana e ir juntos a Belén. La bruja Befana estuvo un rato pensando si acompañarlos o no. Finalmente, acordándose de que debía alimentar a sus gatos y otros animales, les respondió que no podría acompañarlos.
Entristecidos por la negativa, los Reyes retomaron el camino, comprobaron que todos los datos que les había dado la bruja Befana eran ciertos, y así, sin volverse a equivocar, pudieron llegar a Belén y ofrecerle al Niño Jesús los regalos que le traían: oro, incienso y mirra.
Estuvieron allí unos días acompañando a Jesús bebé; pero, debían volver a sus países porque ellos eran sus reyes, y cuando los camellos habían comido y bebido lo conveniente para el regreso, todos los integrantes de la caravana se despidieron de María y José y comenzaron el retorno con el corazón lleno de felicidad. Por suerte para ellos, y felices por lo que habían hecho, la estrella volvió a aparecer y el camino de retorno a sus reinos se les hizo corto y seguro.
Mientras tanto, llena de angustia y muy arrepentida por haber rechazado la invitación que le habían hecho los Reyes Magos, la bruja Befana salió a buscarlos, pero se le hizo imposible encontrarlos. Decidió, sin embargo, que de alguna manera tenía que hallar al Niño Jesús, y por eso comenzó a salir por los caminos y por los pueblos, regalando caramelos y chocolatines a todos los niños con los que se cruzaba. Su sueño y su esperanza era que alguno de ellos fuera el Niño Jesús…
Desde entonces, en la fiesta de la Navidad, la bruja Befana, montada en su veloz escoba, sin ser vista, visita a los niños y les deja golosinas y dulces para que se sientan contentos. Y… colorín colorado, este cuento se ha terminado. (Versión muy libre del cuento original, hecha por Humberto Guglielmin).

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

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