ALGUNAS RELIQUIAS BÍBLICAS (Nota 4 de 4, primera parte)

Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –

LA SANTA SÁBANA DE TURÍN
En una capilla de la catedral de Turín se conserva desde el siglo XVI una muy intrigante reliquia que según la tradición fue usada para envolver el cuerpo de Jesús antes de enterrarlo y que tendría grabada, de manera por demás misteriosa, la réplica del cuerpo que envolvió. Se la llama Sábana Santa o Santo Sudario.
En sentido estricto no debería llamarse sábana porque no había sido hecha como parte del ajuar de cama sino para uso funerario; tampoco debería llamarse santa, porque equivaldría a dar por seguro que esa fue la sábana usada para envolver a Jesús y que la imagen que allí se ve es la del propio Jesús. La expresión Sábana Santa, recién la podríamos usar con propiedad cuando no queden dudas de su autenticidad, demostrada por la ciencia.
Como es frecuente el uso de las palabras sábana y sudario como si fueran una misma cosa, conviene aclarar que dos mil años atrás se usaban con los difuntos tres cosas: el sudario, la sábana y las vendas con que se fajaba al difunto. Según San Lucas, en el caso de Jesús, debido al nerviosismo y apuro por enterrarlo, solo se habrían usado una sábana; con Lázaro (el resucitado por Jesús) en cambio, ese apuro no existió y por eso, además de la sábana y el sudario, fue fajado, envuelto con una larga tela. Normalmente la sábana tenía las dimensiones adecuadas para envolver el cuerpo de un adulto, y por eso, lo que se conserva en Turín es una sábana.
Lo que se conserva en Oviedo (España) y que también reclama haber sido parte de las telas con que se envolvió a Jesús, es un sudario, un lienzo de menores dimensiones que solía usarse para cubrir el rostro de los fallecidos.
Como suele suceder con estas reliquias, existen en diversas partes del mundo decenas de réplicas de las sábanas y sudarios que reclaman haber sido usadas para envolver a Jesús antes de llevarlo a la tumba y que habrían quedado en la sepultura cuando Jesús resucitó. Las sábanas y sudarios que alegan ser las auténticas, habrían llegado a sus diversos destinos actuales en forma desconocida, o solo parcialmente conocida.
A pesar de que algunos aleguen que el sudario de Oviedo es tan auténtico como la sábana de Turín, no cabe ninguna duda de que el que reúne mayores garantías de credibilidad por los numerosos estudios científicos que se han hecho en torno a ella, es la Síndone o Santa Sábana de Turín, Italia.

LA SANTA SÁBANA EN LOS EVANGELIOS
Ya muerto Jesús, en Lc. 23: 50, leemos lo siguiente: “Había un hombre bueno y justo llamado José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea. Pertenecía a la Junta Suprema de los judíos. Este José, que esperaba el reino de Dios y que no estuvo de acuerdo con lo que la Junta había hecho, fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie. Era el día de la preparación para el día de reposo, que ya estaba a punto de comenzar.”
“Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos.”
“Las mujeres descansaron en el día de reposo conforme al mandamiento, pero el primer día de la semana regresaron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, se encontraron con que la piedra que tapaba el sepulcro no estaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo, se inclinaron hasta el suelo; pero aquellos hombres les dijeron:”
“¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría.”
“Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a todos los demás. Las que llevaron las noticias a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María Madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les pareció una locura lo que ellas decían, y no querían creerles.”
“Sin embargo, Pedro se fue corriendo al sepulcro; y cuando miró dentro, no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa, admirado de lo que había sucedido.”
Sobre esto mismo, S. Juan en 20:3 escribió: “Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él, llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús, no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó.”

PREHISTORIA DE LA SÁBANA
Estos relatos de los evangelios son los que, según algunos, se relacionan con esta reliquia llamada la Sábana Santa de Turín. Sin embargo, desconcierta que durante los 13 siglos que pasaron entre el entierro de Jesús y la documentada aparición de esta reliquia en la Edad Media, no hubiera una referencia creíble sobre su existencia y ubicación. Sí existen íconos orientales, y algunas poco confiables referencias escritas que aluden a su existencia.
En el año 1203 uno de los integrantes de las cruzadas escribió que en una iglesia de Constantinopla -actual Estambul- solía exhibirse en algunas fiestas un paño de lino “Donde estaba el sudario con que nuestro Señor fue envuelto, y que cada viernes se alzaba bien alto para que uno pudiera ver en él la figura de nuestro Señor.”
Las cruzadas fueron intentos de los cristianos de Europa de recuperar Jerusalén y Tierra Santa, que acababa de caer en manos de los musulmanes. El objetivo inicial de las cruzadas fue exclusivamente religioso, pero pronto se infiltraron motivaciones políticas y económicas que fueron desnaturalizando el objetivo inicial.

LA CUARTA CRUZADA Y LA SANTA SÁBANA
El desvío del objetivo inicial llegó su colmo en la cuarta cruzada (1202-1204). Dada la absoluta conveniencia de trasladar por agua a muchos miles de cruzados se hizo necesario recurrir a Venecia, que de ninguna manera estaba dispuesta a que Dios se lo pagara. Si no había dinero contante y sonante, se lo cobraría ampliando su territorio al otro lado del Adriático y con las riquezas de las tierras que conquistaran. Venecia y centenares de sus naves en vez de dirigirse a Palestina tomaron rumbo a la riquísima Constantinopla, capital del imperio Bizantino.
Los jefes de esta cruzada, el Dux de Venecia Enrico Dándolo y Bonifacio de Monferrato, habían jurado al Papa Inocencio III que combatirían a los ocupantes de Tierra Santa y no a otros cristianos. El Papa les había prohibido saquear y robar reliquias religiosas, y había amenazado con la excomunión a quienes los hicieran, sin embargo la codicia y un muy conveniente enredo por la sucesión en el trono Bizantino, los llevó al perjurio y al desvío de su propósito inicial. Pasarían por la riquísima Constantinopla a saquear sus riquezas-
Venecianos y francos atacaron con furia la esplendorosa Constantinopla matando a sus habitantes y saqueando todo lo que pudiera convertirse en dinero. No respetaron nada, ni sus monasterios ni sus bellísimas iglesias. Fue un saqueo completamente salvaje, que oriente todavía no olvidó ni olvidará.
El cruzado francés Robert de Clari, testigo presencial de estos hechos bárbaros escribió: “… de una iglesia que llamaban Santa María de las Blanquernas. Allí se adoraba la Síndone (Mandylion, en griego) en la cual estaba envuelto Nuestro Señor. Cada viernes se presentaba la Síndone así se podía ver claramente el cuerpo de Nuestro Señor. Después de que la ciudad fue tomada, nadie, ni griegos ni francos, supieron dónde quedó la Síndone.”
El 1 de agosto del año 1205, Teodoro Angelos, sobrino del emperador de Bizancio envía una carta a Inocencio III protestando por el saqueo de la ciudad, y deja constancia que: “Los venecianos se repartieron los tesoros de oro, plata y marfil, mientras que los franceses hicieron lo mismo con las reliquias de los santos y, lo más sagrado de todo, el lino en el que nuestro Señor Jesucristo fue envuelto tras su muerte y antes de su resurrección. Sabemos que esos saqueadores han guardado esos objetos en Venecia, Francia y otros lugares, estando el sagrado lino en Atenas”. Códice Chartularium Culisanense. Biblioteca Nacional de Palermo. Italia.El Papa Inocencio III condenó duramente este saqueo escribiendo que: “hicieron que sus espadas, que se suponía debían usar contra los paganos, rebosaran con sangre cristiana. No han respetado ni la religión ni la edad, ni el sexo. Han cometido incesto, adulterio y fornicación ante los ojos de los hombres. Han expuesto tanto a matronas como a vírgenes, incluso las consagradas a Dios, a las sórdidas lujurias de los jóvenes. No satisfechos con asaltar el tesoro imperial y saquear los bienes de los príncipes y hombres de poca monta, también se apoderaron de los tesoros de las iglesias y, lo que es más grave, de sus posesiones… Profanaron los lugares sagrados y se llevaron cruces y reliquias”. Inocencio III, Cartas, 12 Julio de 1205.
Durante el saqueo (13 de abril de 1204), según una versión de la época, uno de los jefes cruzados, Otón de la Roche, se apoderó del Mandylion (la sábana que se exponía a los fieles todos los viernes, en la que podía verse la figura de Cristo yacente) y se lo llevó a Europa. No existen informes que den pistas de su posterior paradero.

Hasta 1315, fecha en que la orden fue suprimida, ese lino sagrado estuvo custodiado por los Caballeros Templarios, pero algunos autores afirman que el que custodiaban no era la Sábana Santa de Turín. Se sabe, por documentos escritos de esa época, de la existencia de algunas representaciones en diversos lugares de Europa del entierro de Cristo, varias de ellas hechas sobre sábanas de lino.
Sobre la verdadera Sábana Santa y su actual destino, son pocas las certezas que la historia puede darnos.

Nota: Profesor Humberto Guglielmin
guglielmin.humberto@live.com

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