Nota: Profesor Humberto Guglielmin. –
EL SANTO GRIAL
Estamos ante una leyenda que mezcla lo fantástico con lo histórico y que es popular sobre todo dentro de la cultura anglosajona y no tanto en la de otros países.
La primera versión sobre este tema, se originó en Francia en el siglo XII y se la debemos a Chrétien de Troyes, quien en su obra Perceval, o Le Conte du Graal (El cuento del Grial), cuenta que el padre del rey Arturo estaba gravemente enfermo, y su reino muy angustiado. Para tratar de curarlo, un grupo de caballeros del rey Arturo partieron de su castillo de Camelot para dirigirse al del padre de Arturo para intentar curarlo; solo uno de esos caballeros se encargaría de esta tarea, el elegido fue Perceval.
Ya en el castillo del Rey Pescador (el padre de Arturo) Perceval es agasajado con un banquete, durante el cual ve desfilar delante suyo a una joven doncella que pasaba frente a él llevando una preciosa copa. Perceval, siguiendo consejos de no hablar mucho, no preguntó su significado y luego del banquete se retiró a descansar. Al despertar, notó que el castillo estaba completamente vacío por lo que, frustrado, se interna en el bosque. Allí encuentra a la doncella y le cuenta lo que le había sucedido. La joven le responde que si hubiera preguntado el significado de su paso frente a él, el padre del Rey Arturo se habría curado, pues se trataba del Santo Grial, de la copa milagrosa utilizada por Jesús en la última cena y de la que el rey era celoso custodio. Angustiado por la oportunidad perdida, Perceval se comprometió a buscarla incansablemente.
Andando el tiempo hubo variadas versiones sobre el tema; lo más novedoso que incorporaron fue la presencia de José de Arimatea, quien habría utilizado el cáliz de la última cena de Jesús para recoger parte de su sangre mientras estaba pendiente en la cruz y quien trasladó esa preciosa copa a Britannia (Inglaterra).
JOSÉ DE ARIMATEA
De él, San Juan en su evangelio escribió: “Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para recoger el cuerpo de Jesús. Y
Pilato concedió el permiso. Entonces él vino y se llevó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe como de cien libras (32,600 kilos). Entonces tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas, como es costumbre enterrar entre los judíos…”.
José, a pesar de ser un funcionario importante, era un seguidor secreto de Jesús y, luego de su crucifixión, profundamente afectado decidió aportar las telas con las que, aromatizadas, se envolvía el cuerpo de los difuntos; su generosidad fue más allá: decidió dar para Jesús, la tumba que tenía preparada para él. Luego de este hecho, José de Arimatea no vuelve a figurar en el evangelio.
Resulta imposible unificar las muy distintas leyendas medievales sobre José de Arimatea. La versión más difundida afirma que Jesús resucitado se le apareció y le pidió que lleve a Britannia el cáliz o copa milagrosa que contenía la sangre que había derramado mientras estaba en la cruz, y que José había guardado allí. Cumpliendo con el encargo, José fue a Britannia ( Reino Unido) y allí organizó un grupo de caballeros que se encargarían de custodiar esa copa o grial en un lugar seguro, y de mantener ese lugar en absoluto secreto.
LAS LEYENDAS Y LA HISTORIA
Las primeras referencias al Santo Grial aparecen en el Norte de Francia y en Inglaterra en el siglo XII. Eran tiempos de gran religiosidad, de guerras, de exaltación de las virtudes, de romances y de caballería. No hacía mucho tiempo que habían terminado las Cruzadas más importantes (1095- 1291) para recuperar los lugares santos de la Palestina, que habían caído en manos de los musulmanes.
Muchos de los que se habían enrolado en estos intentos inicialmente religiosos, volvieron tan deslumbrados del esplendor económico y cultural del oriente, que priorizaron llevar a los países europeos las riquezas y cultura que habían visto en Constantinopla, en Damasco y muchas otras ciudades, y dejar de lado el objetivo central que era el de recuperar para la cristiandad la tierra en la que Jesús había cumplido su misión.
Algunas de esas cruzadas, como la cuarta, fueron directamente expediciones de rapiña. No hicieron caso de que al atacar y saquear Constantinopla estaban destruyendo una firme muralla a la expansión musulmana y un baluarte de la cristiandad en oriente.
Muchos, para tranquilizar su conciencia y atenuar el reclamo por su fracaso militar, solían alegar que sin embargo habían encontrado y llevado a Europa muchas de las reliquias religiosas relacionadas con Jesús o sus discípulos.
La gran mayoría de estas reliquias eran falsificaciones hechas en la propia Europa o traídas desde oriente, exclusivamente para ganar dinero. Hubo un verdadero mercado de supuestas reliquias religiosas; algunas merecían cierta credibilidad porque eran traídas de Tierra Santa por soldados o peregrinos que volvían de allá. La gran mayoría de ellas, sin embargo, no merecen la menor credibilidad, pero se mantienen porque son parte de la historia o de tradiciones populares muy arraigadas en los lugares donde ahora están. Son parte del folclore religioso. Los mitos y leyendas son partes del hombre, y no se los debe discutir.
Otras dos cosas que las cruzadas llevaron a Europa desde oriente fueron: una romántica visión del culto al honor que había entre esos guerreros y la veneración hacia las mujeres de la que hacían gala. Estos factores fueron muy importantes en el origen de la literatura romántica caballeresca europea, en la que se combinan la fantasía, los relatos religiosos y algo de historia.
LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL
Según ella, la sala donde se hizo la última cena de Jesús con sus discípulos era de José de Arimatea, y él fue el que la organizó y proveyó del cáliz y del resto del servicio de mesa. Luego de la muerte de Jesús,
José fue acusado de haber sustraído su cadáver de la sepultura, por lo que fue encerrado en una prisión. En esa prisión, de la que luego sería milagrosamente liberado, se le habría aparecido Jesús resucitado y le habría dado este mandato: “Tú custodiarás el Grial, y después de ti, aquellos que tu designarás”.
Siempre según la leyenda, luego de su liberación de la cárcel, José se embarcó con María Magdalena, Marta (la hermana de María y de Lázaro), María Salomé y otras personas, y recorrieron las costas del Mediterráneo predicando el evangelio de Jesús. Mientras varios de sus acompañantes se quedaron en diversos lugares del Mediterráneo, José cumpliendo el mandato del Señor, en el año 63 d.C. se dirigió a Britannia, desembarcando en Glastonbury, cerca de Bristol, en Gales.
En Glastonbury pueden admirarse los imponentes restos de una muy vieja iglesia, cuya construcción es atribuida a José de Arimatea. Lo más preciado que había llevado consigo fueron la lanza con la que el soldado romano Longinos atravesó el cuerpo de Jesús en la cruz, y la copa o Grial con el que recogió parte de su sangre. En Britannia creó un cuerpo de caballeros para que tengan a buen resguardo tanto la lanza como el Santo Grial.
Luego de estas tareas, José comienza a internarse en la zona con la ayuda de su cayado de pastor, hasta que milagrosamente desaparece convertido en un arbusto espinoso que solo crece en ese lugar de Gales.
Luego de la muerte de José de Arimatea, en todas las versiones de esta leyenda existe un gran vacío de información sobre el destino del Santo Grial; solo vuelve a tener presencia en las leyendas del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda. En ellas se cuenta que sus caballeros emprendieron una intensa búsqueda del Santo Grial hasta que fue hallado por el más noble y virtuoso de ellos, Sir Galahad, quien hasta su muerte mantuvo su localización en un estricto secreto, que se mantiene hasta hoy.
Aunque parezca una broma, pues se trata de un asunto cuya única base de sustentación son confusas leyendas medievales, poco tiempo atrás, un anticuario británico ofreció 1.000.000 de Libras Esterlinas a quien encuentre el Santo Grial.
¿DONDE ESTÁ?
Es un verdadero problema decidirlo pues, solo en Europa, existen más de 200 “auténticos” Santos Griales. Obviamente existen algunos que tienen algún nivel de credibilidad, los otros son parte de leyendas creadas por la credulidad y religiosidad popular. Todo el mundo sabe que no son la verdadera copa usada por Jesús en la última cena, pero ese detalle no impide que esas copas sean un medio para expresar su religiosidad.
El más conocido es el que se conserva en Valencia. Se trata de una copa con dos asas, de 17 cm de altura y 9 cm de ancho. Luego de la última cena, San Pedro en este caso, lo habría llevado a Roma, donde fue custodiado por los sucesivos papas hasta que Sixto II en el s. III lo mandó a España con quien, luego de su martirio, sería San Lorenzo.
Las guerras y la ocupación musulmana obligaron a varios traslados del que se consideraba el auténtico Santo Grial, hasta que en el año 1436 fue trasladado a Valencia donde, con cortas interrupciones, sigue hasta el día de hoy.
Juan Pablo II y Benedicto XVI en sus visitas a Valencia utilizaron este cáliz para la misa, pero eso de ninguna manera significa que se hayan pronunciado por su autenticidad. Simplemente han respetado una tradición arraigada.
Más fantasiosa es la versión inglesa según la cual, durante la Edad Media los caballeros templarios, para evitar su profanación, lo escondieron en algún lugar de un río que fluye en la zona de Glastonbury (Gales, Reino Unido). Ese río tiene sus aguas de color rojo, como recordatorio de que allí, en alguna de sus partes, está la venerada reliquia que tuvo en su interior la sangre de Jesús.
Versiones posteriores aseguran que los caballeros templarios habrían trasladado el Santo Grial a los EE.UU. y que seguramente está en algún lugar del Medio Oeste. USA no quiere estar excluido de nada importante.
La sofisticación y riqueza de la mayoría de los griales resulta muy chocante. Nadie del entorno de Jesús estaba en condiciones de prestarle una joya semejante y, seguramente, Jesús la habría rechazado. Además de la falta de constancia documental, su sofisticada ornamentación le quita toda credibilidad histórica a esta hermosa leyenda, y la convierten en una más de las tantas que expresan la religiosidad popular de esos tiempos, pero que claramente pertenece, no a la doctrina sino al folclore religioso.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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