Nota: Profesor Humberto Guglielmin
EL ARCA DE LA ALIANZA o COFRE DEL PACTO
El Arca o Cofre del Pacto era un arcón transportable, cubierto de oro, que los israelitas llevaban consigo en su camino desde Egipto hacia la tierra prometida; dentro de ella estaban, las tablas de piedra con los Diez Mandamientos grabados en ellas; era el símbolo del pacto o alianza entre Dios y el pueblo elegido. Por este pacto, los israelitas se comprometían a no adorar a otros dioses y a cumplir esos mandamientos dados por Dios a Moisés. Si esto se cumplía, Dios estaría siempre a su lado. La asistencia de Dios en favor de su pueblo no sería incondicional, estaría supeditada al cumplimiento de los mandatos del Señor. Este pacto se produjo un año después de la salida de Egipto, en el desierto de la península del Sinaí.
En la Biblia, en el libro del Éxodo (capítulos 25 y 37) hay una muy minuciosa descripción de la forma del Arca o Cofre del Pacto; y en el libro del Deuteronomio, a partir del capítulo 6 y hasta el 10 podemos enterarnos de su contenido. Allí Dios habla a Moisés y le dice: “Estos son los mandamientos, leyes y decretos que el Señor, su Dios me ha ordenado enseñarles para que los pongan en práctica…honrarán al Señor su Dios, y cumplirán durante toda su vida las leyes y los mandamientos que yo les mando a ustedes…Ama al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en la mente todas las enseñanzas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos…Lleva estos mandamientos atados en tu mano…”
En los Capítulos 9 y 10 Moisés dice a su pueblo: “Nunca deben ustedes olvidar que han contrariado al Señor su Dios en el desierto. Desde que salieron de Egipto y hasta que llegaron hasta este lugar, siempre le han sido rebeldes…Yo subí al monte para recoger las tablas de piedra, las tablas del pacto que el Señor había hecho con ustedes…El Señor me dio entonces las dos tablas de piedra, escritas por él mismo…Cuando bajé del monte, el cual estaba ardiendo, traía yo en mis manos las dos tablas del pacto. Pero al ver que ustedes habían pecado contra el Señor, y que se habían hecho un becerro de metal fundido, abandonando así el camino que el Señor les había ordenado seguir, arrojé las dos tablas que traía en las manos y las hice pedazos delante de ustedes…”. Luego, Moisés suplica al Señor que no tenga en cuenta la maldad y pecado de su pueblo porque “ellos son tu pueblo, son tuyos”.
“Entonces el Señor me dijo: corta tú mismo dos tablas de piedra iguales a las primeras, y haz también un cofre de madera y sube al monte para hablar conmigo. Yo voy a escribir en esas tablas las mismas palabras que estaban escritas en las primeras, las que tu rompiste y las guardarás en el cofre. Hice pues un cofre de madera de acacia… el Señor escribió en las tablas los Diez Mandamientos… Me las dio, y yo bajé del monte; luego puse las tablas en el cofre, tal como el Señor me lo había ordenado y todavía están allí…El Señor escogió a la tribu de Leví para que llevara el cofre del Pacto del Señor”.
Luego de que Moisés guardara en el cofre del Señor las tablas de piedra con los Diez Mandamientos escritos se pierde el destino del Arca. Reaparece cuando los israelitas tomaron Jericó. Se sabe que más tarde el Rey David la llevó a Jerusalén y la depositó en una tienda, desde la que será llevada con toda solemnidad por los levitas al Templo que construyó el Rey Salomón. El Arca no estaba a la vista sino en un lugar sagrado, tan sagrado que era accesible solo por el Sumo Sacerdote y solo una vez al año. Cuando Nabucodonosor I, rey de Babilonia, destruyó el Templo y deportó los judíos a Babilonia en el año 587 a.C., no quedaron datos de que los desterrados se hubieran llevado consigo el Arca, por lo que se piensa que no abandonó Jerusalén, pero a partir del saqueo de la ciudad las noticias sobre el Arca desaparecen.
Considerando que, dentro del Arca, revestida de oro, estaban las tablas de piedra con los Diez mandamientos y la vara de Aarón, hermano de Moisés, fueron muchos los que, interpretando literalmente y no metafóricamente el relato, se interesaron en buscarla, interés que perdura hasta hoy. La arqueología bíblica quedó ante un desafío formidable.
¿DÓNDE ESTÁ EL ARCA DE LA ALIANZA?
En principio no existe certeza alguna sobre su actual ubicación, aunque existen muchas hipótesis, algunas de ellas con fundamentación poco seria. Nos limitaremos a solo dos:
a) DEBAJO DE JERUSALÉN:
Algunos rabinos judíos ortodoxos aseguran que, ante la inminencia del ataque de Nabucodonosor, un grupo de levitas (de la tribu de Leví, eran los encargados del Tabernáculo y más tarde del servicio del Templo) habrían tomado la decisión de poner a resguardo el Arca en alguna galería cavada bajo lo que hoy se conoce como el Domo de
la Roca, en la Explanada de las Mezquitas, Jerusalén. Durante el saqueo de Jerusalén que siguió a la captura de la ciudad por Nabucodonosor, perecieron todos los levitas que la escondieron, desapareciendo así todo testimonio referido a su destino.
Los argumentos que respaldan la hipótesis de que allí está el Arca de la Alianza son endebles, pero no se los puede desechar; mucho más serios son los indicios de que, enterrados bajo esa explanada, se encontrarían los cimientos del templo construido por Salomón.
La mera formulación de que en ese lugar estarían ambas reliquias, y que existen en Israel grupos que presionan fuerte para iniciar allí tareas de arqueología, resulta completamente explosiva. Esa ubicación también coincide con uno de los lugares más sagrados del islamismo. Según la tradición islámica, La Roca, es el punto desde el cual Mahoma, montando un brioso corcel, da un potentísimo brinco que lo lleva con su caballo al séptimo cielo, para reunirse allí con los profetas más importantes y finalmente con Alá. Ese mismo lugar habría sido el elegido por Abraham para demostrar su ciega obediencia a Dios cuando le ordenó sacrificar a su propio hijo Isaac.
En ese promontorio, antiguamente llamado monte Moriah y que actualmente los judíos llaman monte del Templo, está la inmensa mezquita de Al-Aqsa, la que tiene la cúpula dorada y que es visible desde todo Jerusalén. En esa mezquita caben 5.000 personas entre las que estén dentro del recinto y las que están en la explanada. Al-Aqsa, después de La Meca y Medina (en este lugar está enterrado Mahoma) es la tercera mezquita más sagrada del Islam. Si este lugar, tan sagrado para árabes y judíos es, tal como está, ocasión de permanentes choques entre judíos y musulmanes, si se iniciaran las excavaciones que desean los arqueólogos de Israel y los religiosos ortodoxos, absolutamente todo el mundo musulmán reaccionaría con inusitada violencia.
Es sabido que Israel, buscando pruebas de su presencia en ese lugar a pesar de los milenios transcurridos (tiene mayor interés por los restos del Templo que por los del Arca), tiene una actividad arqueológica sobresaliente, pero sabe que excavar allí es una línea roja.
b) EN UNA IGLESIA CRISTIANA DE ETIOPÍA
LA REINA DE SABÁ
Esta hipótesis nos lleva previamente a recordar la ubicación del reino de Sabá, ya que ese reino, según esta historia, sería el destino final del Arca. Esa localización siempre fue objeto de discusiones entre los arqueólogos. Algunos señalan que Sabá estaba en el territorio que hoy ocupa Yemen; en ese territorio se hicieron hallazgos arqueológicos y se encontraron antiguos libros que sugerirían que Yemen (sur de Arabia) podría haber sido la antigua Sabá. La otra versión, mucho más colorida, afirma que Sabá habría ocupado Yemen, pero sobre todo lo que ahora es Etiopía (en la ribera opuesta del Mar Rojo, ya en África), y que el Arca de la Alianza estaría resguardada allí.
Esta leyenda tiene como base el relato bíblico del capítulo 10 del Iibro 1 Reyes, en el que podemos leer: “La reina de Sabá oyó hablar de la fama que Salomón había alcanzado para honra del Señor, y fue a Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó rodeada de gran esplendor, con camellos cargados de perfumes y con gran cantidad de oro y piedras preciosas. Cuando llegó ante Salomón, le preguntó todo lo que tenía pensado, y Salomón respondió todas sus preguntas. No hubo una sola pregunta de la cual no tuviera la respuesta. Al ver la reina de Sabá la sabiduría de Salomón, y el palacio que había construido… se quedó tan asombrada que dijo al rey: “Lo que escuché en mi país acerca de tus hechos y de tu sabiduría, es verdad; pero solo he podido creerlo ahora que he venido y lo he visto con mis propios ojos…”
La reina de Sabá (excepto en el Corán, que le da el nombre de Bilqis, en ningún otro lugar aparece el nombre real de esta reina, solo su dignidad), luego de ponderar la suerte de los cortesanos y de Israel por tener un rey como Salomón, procede a obsequiarle todo tipo de riquezas traídas desde su tierra, y Salomón procede de la misma manera: “Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso pedirle, además de lo que él personalmente le regaló. Después, la reina regresó a su país acompañada de la gente de su servicio.”
Algunos exégetas afirman que este relato fue incluido en la Biblia con un claro objetivo, destacar la sabiduría de Salomón utilizando esta historia como un medio válido para hacerlo. Si bien el relato sobre esta reina no abunda en detalles, a lo largo del tiempo esta historia se amplió con múltiples y floridas leyendas sobre los encuentros entre Salomón y la bella reina de Sabá. Todas esas leyendas destacan un marco esplendoroso donde se muestra poder, riquezas, amor, sabiduría, exotismo etc. En todas esas versiones, incluida la versión del Corán, existen referencias a ardientes noches de amor entre Salomón y la reina de Sabá.
ETIOPÍA
El Cuerno de África está formado básicamente por Somalia y Etiopía; mientras Somalia es básicamente desértica, Etiopía tiene una geografía fascinante e intrincada, en medio de desiertos, allí abunda el agua y en medio de un enorme entorno musulmán allí se practica el cristianismo. El aislamiento geográfico de sus diversos grupos humanos, facilitó el surgimiento de muchas historias y leyendas fantásticas, entre las que se encuentran las del propio origen de Etiopía. Algunas de esas leyendas, tal vez no sean pura fantasía, como el caso de la reina de Sabá, pues existen breves referencias a ella en los evangelios de Mateo y Lucas, y el gran historiador judeo-romano Flavio Josefo, a fines del siglo I relacionaba la historia de esta reina con Etiopía; y lo mismo hicieron autores cristianos como Orígenes y Eusebio de Cesarea. La relación entre Etiopía y la reina de Sabá viene desde lejos, y existe una seria base histórica.
Se sabe que el cristianismo fue predicado en Etiopía por monjes provenientes de Egipto y de Siria, y que lo hicieron con tal éxito que, ya a fines del siglo III, el cristianismo se convirtió en la religión oficial de Axúm, origen de la actual Etiopía. Debido a su aislamiento geográfico respecto del resto del mundo, ese cristianismo se mezcló allí con muchas leyendas del lugar, y con influencias judías.
Según un grupo de estudiosos de la Torá, el Arca habría sido llevada a Etiopía por un grupo de judíos expulsados de Jerusalén hacia el año 650 a.C. bajo el gobierno del rey Manasés de Judá, y está desaparecida desde entonces.
Según el Kebra Sagast, libro sagrado de la iglesia etíope (donde se mezclan leyendas fantasiosas y datos históricos) la reina de Etiopía (Sabá), que ellos llaman Makeda, habría estado cerca de 9 meses en Jerusalén con Salomón, y al regresar habría dado a luz a Menelik I, cuyo padre fue Salomón. Como prenda de amor a la reina de Sabá, Salomón de habría permitido que al irse un grupo de judíos trasladara el Arca de la Alianza a su país. Estaría en un lugar seguro y sagrado.
Las autoridades cristianas de Etiopía afirman que el Arca está en una iglesia llamada “Nuestra Señora María de Sion” en la localidad de Axum. Allí estarían las reliquias bíblicas más apreciadas: las tablas de piedra con los Diez Mandamientos escritos en ellas, y la vara o “bastón de los milagros” de Aarón.
ETIOPÍA E ISRAEL
Menelik I, es el origen de los reyes de Etiopía, emparentados con Salomón y, por lo tanto, con el pueblo judío. El último emperador de Etiopía, Haile Selassie I, entre otros títulos
tenía los de: “León conquistador de la tribu de Judá”, y se hizo acreedor de la “Orden de Salomón” y al “Collar de la reina de Sabá”. La dinastía de los reyes etíopes se denominaba “Dinastía Salomónica”. El gobierno buscaba resaltar esta afinidad.
La reina de Sabá era africana de piel negra y Salomón no; el hijo de ambos, Menelik I fue negro, y sus descendientes también. Esto viene a cuento de un hecho muy sorprendente: en Etiopía existe una minoría étnica negra que se dice judía, descendiente de Salomón, y que sigue los preceptos de la Torá.
El Estado de Israel reconoce como judíos a los integrantes de esa minoría negra, y por esa razón, cuando una dictadura militar comunista ( 1974) comenzó a perseguirlos luego de haber derrocado a su último emperador Haile Selassie (1892-1975), pidieron auxilio a Israel, y este país no dudó en acudir en su auxilio. Montó un operativo, inicialmente secreto, que consistió en el traslado aéreo de casi 15.000 judíos Falashas (así se denominan estos judíos negros de Etiopía) desde campos de refugiados en Sudán hasta Israel. El operativo comenzó en 1984 y finalizó en 1991. Estos falashas debían escapar de Etiopía disimuladamente, a pie, desde sus aldeas de origen, atravesando montañas y desiertos, hasta llegar a los campamentos de refugiados de Sudán; allí se organizaría la evacuación. En el camino, por cansancio y por hambre, murieron no menos de 4.000 fugitivos.
Tanto los emigrados como las comunidades falashas que aún quedan en Etiopía, sienten orgullo por guardar celosamente en su tierra el Arca de la Alianza, y por haber tenido una reina que fue el puente con el rey Salomón y el pueblo de Israel.
Próxima nota: el Santo Grial.
Nota: Profesor Humberto Guglielmin
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